LA IMPORTANCIA DE LA VERDAD
Vi hace poco un documental sobre la “Tragedia de Hillsborough” ocurrida en Inglaterra en 1989 donde 96 personas murieron aplastadas contra las vallas de un estadio mientras asistían a un partido de fútbol. El gobierno de la época señaló a los hooligans como responsables del hecho, pero la investigación fue reabierta y en el 2012 concluyó que fue el exceso de aforo y el estado del recinto lo que provocó el desastre.
La apertura de la investigación fue espoleada por los familiares de las víctimas que, como parte de su dolor, sentían una tremenda injusticia frente a la forma en que quedaron registrados los hechos en la historia. Al final, la verdad de lo ocurrido y el reconocimiento les trajo tranquilidad y paz como lo admitía una señora al cerrar el programa de televisión.
Recordé un caso que analizamos en clase cuando realizaba mi Maestría en Paz y Conflictos en Australia. Estudiábamos posibles formas de sanación para las personas después de haber sufrido hechos de violencia con la meta de encontrar alternativas en la reconstrucción del tejido social. Se trataba de una madre que su hija fue violada y asesinada e intentaba encontrar cierto alivio frente a su sufrimiento. No lo lograba a pesar de que el asesino había sido capturado, sentenciado y pagaba la pena correspondiente. Las pesadillas eran continuas y su angustia y dolor insoportables.
Se experimentó entonces con la posibilidad de que ella conociera en detalle la verdad de lo ocurrido. La forma fue a través de unos encuentros con el asesino. No voy a entrar en las dificultades del proceso, pero al final se dieron las entrevistas y ella supo absolutamente todo. Conocer la verdad pormenorizada de lo sucedido la liberó y así lo reconoció. Desaparecieron las pesadillas. Por supuesto no desapareció el dolor por la pérdida pero no tuvo que volver a imaginarse nada. La mente humana es compleja y en su afán por encontrar explicaciones puede llevarnos a la locura. Supo lo que ocurrió y continuó su proceso de sanación más tranquila, aunque la pérdida de su hija fuese irreparable.
La verdad es liberadora. En los dos casos que cito recorrió caminos alternativos por razones diferentes para ayudar a sanar un poco a las víctimas. Cada persona es un mundo y aunque estoy utilizando el recurso del ejemplo particular para explicar mis ideas, no quiero generalizar en un tema tan delicado. Solo tengo el propósito de contribuir a la reflexión de lo que sucede en nuestro país y de los retos que se nos vienen encima.
El proceso de La Habana está aparentemente en sus últimos y muy delicados ajustes. Se abre el posconflicto y en este nuevo capítulo de nuestra historia, la verdad y el reconocimiento a las víctimas por parte de todos y cada uno de los victimarios y de la sociedad va a ser trascendental en el futuro de miles de familias, curando sus heridas y restableciendo sus vidas. Hay que apostarle con todas nuestras fuerzas para que se dé y avanzar así hacia una sociedad decente en el futuro .