Columnistas

La ley del amor

24 de febrero de 2017

Santo Tomás de Aquino fue un sabio que murió a los 49 años (1225-1274). Tuvo un conocimiento portentoso del corazón del hombre y del corazón de Dios. La Suma Teológica es un monumento de sabiduría.

Al hablar del amor afirma que Cristo dejó “una ley sencilla” que todo hombre puede conocer y cumplir, la regla de todo acto humano.

Así como una cosa es buena y recta cuando se adecua a la regla, toda acción humana se llama recta y virtuosa cuando nace del amor.

Amar es colmar todos los deseos del corazón, capaz de infinito. “Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4, 16). Quien ama es amante, que por amar se transforma en el amado. Si amo a Dios me vuelvo divino, me hago un solo espíritu con el Señor (1 Co 6, 17).

Según San Agustín: “Como el alma es la vida del cuerpo, así Dios es la vida del alma”. Por amor, Dios habita en el alma y el alma habita en Dios. Si amo a Dios, el amor realiza en mí el milagro de hacer unidad de los dos, y más si existo porque Dios me ama, pues su amor es infalible porque Dios es amor y todo lo hace por amor.

El amor lleva a los mandamientos, no los mandamientos al amor. Si amo soy capaz de realizar obras grandes y hasta heroicas por aquel a quien amo, comenzando por mí, y si guardo el mandamiento del amor, cumplo toda la ley. El amor es el fundamento de la ética, no la ética del amor. “Ama y haz lo que quieras”. Admirable expresión de San Agustín.

Al que ama le resultan suaves las cosas más adversas y difíciles, como cada uno lo puede constatar.

“A los que aman a Dios todo les sirve para el bien” (Romanos 8, 28).

El amor es el secreto de la felicidad, pues feliz significa lleno, pleno, colmado. Por ser capaz de infinito, lo único que me llena es Dios. El secreto de Jesús: “Yo y el Padre somos uno”. Unidad que se manifiesta en mi comportamiento detallista, generoso, delicado, acogedor. Amo en la medida en que hago unidad con Dios.

El amor es el descubrimiento que el hombre del siglo XXI tiene por realizar para no seguir siendo víctima de la codicia, el afán de recoger, acaparar y retener, como lo manifiesta la corrupción que invade el mundo entero.

El amor, única garantía del buen comportamiento, la ética.