LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES
Según las estadísticas de la FAO, unos 800 millones de personas en el mundo padecen hambre y desnutrición. Si los habitantes del planeta somos hoy alrededor de 7.310 millones, entonces aproximadamente 11 de cada 100 seres humanos se encuentran en esta grave situación. Según el “Proyecto Hambre”, de las Naciones Unidas, unas 24.000 personas mueren cada día por causa del hambre, siendo el 75 % de ellas niños y niñas menores de 5 años. Esto, a su vez, se debe a la extrema pobreza. Y si bien se han venido haciendo esfuerzos que han logrado reducir la magnitud del problema, aún falta mucho para remediarlo por completo.
Ante esta situación, el mensaje del Evangelio es un llamado a compartir (Juan 6, 1-15). Mientras pocos que tienen mucho sigan despilfarrando en forma egoísta lo que tienen, mientras el mal uso que se hace de los recursos naturales –como lo ha dicho el Papa Francisco en su reciente Encíclica “Laudato Si’ -El cuidado de la casa común”- siga haciendo que ellos sean cada vez más escasos -como el agua-, mientras no tomemos todos conciencia de que cada cual es responsable para bien o para mal de la suerte de la humanidad según contribuya o no al cuidado de la naturaleza y a compartir la mesa de la creación con los demás, este mensaje seguirá siendo un llamado a todos para ver qué y cómo respondemos.
El milagro de la multiplicación de los panes y peces, que expresa el cumplimiento de las promesas proféticas de abundancia de un alimento renovador, es una prefiguración del sacramento de la Eucaristía, signo visible de la presencia de Jesús que alimenta a quien acoge su mensaje con el pan de su propia vida entregada y resucitada.
La enseñanza es que donde existe voluntad de compartir, aunque haya poco alcanza para todos y hasta sobra. En cambio, donde no existe esa voluntad, aunque haya mucho, unos pocos acaparan todo y las mayorías padecen hambre. La Eucaristía, llevada a la práctica, expresa la voluntad de compartir entre todos la creación, significada en las ofrendas del pan y del vino, para que así se realice en el mundo la presencia de Dios, que es Amor.