Columnistas

¡La necedad de la semana!

23 de diciembre de 2014

Meter la pata ocasionalmente es una condición de los seres humanos, meterla con alguna frecuencia es señal de irreflexión frecuente, pero hacerlo en muchas oportunidades y en materia grave es en verdad, el peor síntoma para un mandatario que, supuestamente, estudió lo suficiente en universidades de prestigio para conseguir los títulos que le dan méritos para llegar a esa dignidad.

Hay maburradas que son tolerables en los conductores de buses que llegan a las altas dignidades que entrega la democracia, para ellos es muy complicado comer alpiste cuando fueron alimentados con carroña, de ahí esos desaguisados frecuentes y en ocasiones hasta motivos de risa universal. De hecho, esos personajes salen con tantas tonterías que quienes se ven afectados por su proceder, palian en algo su descontento con las burlas que le hacen a su tirano. Esa es la venganza de los impotentes.

Pero ese tipo de insensateces no son perdonables en individuos que por razones del destino, nacieron sobre cunas de pétalos de rosa, tuvieron la oportunidad de asistir a los mejores colegios y universidades y obtuvieron, supuestamente con su estudio continuo y trabajando duro, unos títulos universitarios que los distinguen de quienes a duras penas terminan un bachillerato o, que con mucho esfuerzo y dedicación, logran terminar una carrera técnica o universitaria. Estos últimos, en muy pocas ocasiones meten la pata porque saben, por experiencia propia y ajena, que esos errores no se los perdona la sociedad.

Amenazar con publicar el listado de los más ricos de Colombia cabe en la mente de Iván Márquez o, de Pablo Catatumbo o, de Timochenko, pero es imperdonable en un presidente que fue elegido y apoyado por muchos de esos ricos que ahora amenaza con ponerlos en evidencia y generar un deseo inaguantable en delincuentes siniestros; como todos sus contertulios de La Habana y algunos que no están allá pero que también son diabólicos, de conseguirse unos recursos adicionales para mantener el negocio del narcotráfico, terrorismo y, en algunos casos, mejorar sus finanzas personales para conseguir una jubilación por todo lo alto como la de los magistrados y senadores.

Después sale el subalterno a desmentir al jefe y con eso quieren aquietar las aguas de la inconformidad de quienes con sus capitales encumbraron al que ahora amenaza.

Ahí se ve muy claramente cuál es el sentido de lealtad que tiene este señor. Se ve además, el populismo peligroso de mandatarios impreparados, aunado a la sospecha de que consiguió sus títulos cañando como en las partidas de póker. Muy astuto sí para jugar, pero con poca madurez mental para ser estadista.