LA NUEVA ECONOMÍA
Un nuevo modelo económico que permita preservar los logros alcanzados por los países en materia económica y social en la última década fue uno de los temas centrales de discusión en la reunión del Foro Económico Mundial, celebrado en Medellín esta semana. En estos años, los países de la región redujeron la pobreza y la desigualdad, al igual que el desempleo y la informalidad, aunque un poco más lentamente. De igual forma, aumentaron el PIB per cápita y los ingresos de los hogares.
El problema está en que la mayoría de estos avances fueron fruto de los altos precios de las materias primas y no de políticas de largo plazo encaminadas a volverlos sostenibles. Lo cierto es que los países no aprovecharon la bonanza para sofisticar y diversificar sus economías e incrementar la productividad, y hoy se encuentran en la misma condición en la que estaban antes de la misma.
Esta situación, a la que el Foro llamó el Nuevo Normal, requiere de la máxima atención por parte de los gobernantes. En Colombia, el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, anunció en el marco del Foro, su compromiso con una Nueva Economía para el país. Una economía no dependiente de los precios del petróleo y de los minerales, y con mayor participación del sector privado en el desarrollo de una industria más fuerte, grandes proyectos agroindustriales y más turismo.
Si bien los anuncios del ministro son bienvenidos y el país está en mora de tener una estrategia de este tipo, su implementación requiere de una institucionalidad robusta que genere los incentivos correctos. Para comenzar, la corrupción, el principal obstáculo para hacer negocios según los empresarios, debe enfrentarse decididamente. Sin avances en este frente, será difícil atraer inversionistas, los procesos de innovación se mantendrán estancados, el gobierno asignará ineficientemente sus recursos, se reducirá la competencia entre las firmas y habrá crecimientos bajos, lo que mina la estabilidad macroeconómica.
Por otro lado, la Nueva Economía necesita también de una Política de Desarrollo Productivo que promueva la sofisticación, diversificación, productividad y agregación de valor en los procesos productivos que están llamados a jalonar el desarrollo social y económico del país, sin importar cuáles sean. Los principales competidores de Colombia (México, Brasil, Perú, Chile y Argentina) ya están avanzado en esta dirección a través de diferentes estrategias y no se debe permitir que tomen una distancia que luego sea insalvable. El gobierno tiene en sus manos un CONPES que da vía libre a una política de esta naturaleza y su tarea es aprobarlo lo antes posible y garantizar su debida implementación.
Finalmente, para viabilizar la Nueva Economía hay que tener claro que este es un modelo que debe fundamentarse en la iniciativa privada. El gobierno debe proveer los bienes públicos que faciliten la labor del sector empresarial, tales como reglas de juego claras (la reforma tributaria estructural, y claridad sobre el tema de tierras, por ejemplo), acceso a financiamiento, incentivos a la inversión en investigación y desarrollo, formación de capital humano pertinente y desarrollo de grandes proyectos de infraestructura.
La coyuntura actual implica tomar decisiones difíciles muy pronto. Seguir la receta de los últimos años es inviable y hay un riesgo enorme de que se revierta lo alcanzado, con graves consecuencias sociales y políticas. La alternativa, una Nueva Economía, requiere esfuerzos a todo nivel y enfrentarse a grupos de interés poderosos, pero otorga una oportunidad para que el país avance sobre lo logrado en la construcción de un futuro próspero y sostenible. Permite igualmente preparar al país para que cuando se dé nueva bonanza, la pueda aprovechar para fortalecer la inversión y el crecimiento en lugar de financiar gasto que en el largo plazo resulta insostenible.