LA NUEVA IDEOLOGÍA DE LA NUEVA GUERRA FRÍA
Por Jochen Bittner
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En su apogeo, el comunismo dijo que el capitalismo había traicionado al trabajador. Entonces qué debemos pensar del nuevo grito de batalla de Moscú, que la democracia ha traicionado al votante?
Es una visión del mundo que se ha hecho cada vez más clara a lo largo de la era del presidente ruso, Vladimir V. Putin, por medio de un mosaico de declaraciones políticas públicas, conversaciones extraoficiales con académicos y conocimientos de inteligencia. Llamémoslo “ordenismo”.
El ordenismo ha empezado a retar a la democracia en muchas partes del mundo - Turquía, Polonia, las Filipinas. Pero la Rusia de Putin cree que es dueña de los derechos de autor de esta fórmula, y la ve como la herramienta para ampliar la grieta entre las naciones del occidente.
La premisa política básica de la ideología es que la democracia liberal y la ley internacional no han cumplido con su promesa. En lugar de crear estabilidad, han producido desigualdad y caos. La religión secular alabada en los parlamentos europeos era la globalización (o en el caso de la Unión Europea, europeización). Estas creencias, según los ordenistas, echaron de menos las deficiencias.
La deficiencia más obvia, según el ordenismo, es que las fronteras abiertas y el comercio global han resultado en empleos desvanecientes y emigración en masa. Al mismo tiempo, la mentalidad sin fronteras ha sacudido a las sociedades liberales: con posiblemente todos los valores tradicionales ahora abiertos para la negociación, no hay hábito, costumbre o institución que sea sagrado. La misma indulgencia que permite la libre venta de marihuana, los matrimonios entre personas del mismo sexo, y la coronación de un travesti barbado llamada Conchita Wurst como ganadora del concurso de la canción Eurovisión 2014 también tolera el islamismo militante dentro de las fronteras occidentales.
El ordenismo también dice que, en el escenario global, la ley internacional está siendo golpeada hacia la sumisión por las normas de los más fuertes, con terribles resultados. Incluso el occidente, dicen los ordenistas, se adhiere a la norma global de la ley solo cuando le conviene a sus intereses. Cuando no lo hace, los Estados Unidos y sus aliados ignoran o eluden las provisiones de las Naciones Unidas. Los ordenistas creen que los eventos del 2014 en Ucrania son la primera muestra de la hipocresía occidental: los Estados Unidos motivaron y financiaron un golpe de Estado en Kiev, dicen, y luego posicionaron a políticos obedientes. La ley y el multilateralismo liberal, insisten, son solo caballos de Troya, que traen al occidente cada vez más cerca de sus fronteras.
Por lo tanto es un acto de autodefensa para Rusia, según la visión del mundo ordenista, asegurar a la Península de Crimea, con su creciente puerto de la Naval Rusa; aumentar gastos militares; y desarrollar ejercicios militares frecuentes a lo largo de las fronteras de Rusia-OTAN. Así como el occidente contuvo a un oriente agresivo en el siglo XX, el ordenismo cree que ahora el oriente tiene que contener a un occidente megalomaníaco y arrogante para prevenir la expansión de aún más caos.
El ordenismo le da prioridad a la estabilidad por encima de la democracia y ofrece una alternativa para el abismo moral de las sociedades laissez-faire. Rusia es un modelo para este nuevo contrato social.
Es fácil ver el porqué, especialmente para quienes han sufrido del desplazamiento y la alienación bajo una democracia liberal, el ordenismo es atractivo. Pero así como las promesas utópicas del comunismo fueron una mera hoja de parra para cubrir la tiranía, la cara oficial del ordenismo esconde algo mucho más oscuro. El orden es atractivo solo hasta que suprime, y luego reprime. Autócratas desenfrenados se vuelven en contra de los más vulnerables y los usan de chivos expiatorios. La sociedad se derrumba; el temor reina. El ordenismo finalmente fracasa en el cumplimiento de sus propias promesas.
Sin embargo lo que es impactante es lo mucho que el ordenismo es compatible con las actitudes de muchos votantes en los Estados Unidos y Europa. La campaña de Donald J. Trump en resumidas cuentas es una promesa de duro orden. Y la decisión de los votantes británicos a favor de abandonar la Unión Europea, fue nada más que un intento por detener los efectos espantosos y desconcertantes de la globalización.