La paz sigue viva
De verdad pensé que por primera vez mi voto ganaría en las urnas. No estaba tan convencido como el presidente Santos, pero sí creía que el domingo pasado, al terminar la tarde, tendría algo que celebrar. Pero apenas empecé a escuchar el conteo de votos, la cercanía entre el Sí y el No, mi certeza empezó a extinguirse tan rápidamente como “dos peces de hielo en un whisky on the rocks”, diría Sabina. Esta vez también perdería, fue lo que pensé con tristeza.
Por lo visto perder en asuntos políticos es lo mío. Siempre elijo el candidato que no gana, la propuesta fallida, la ilusión que será pisoteada. ¿Qué me consuela? Que siempre voto a conciencia, sin necesidad de encuestas ni de trucos macabros que insinúan que hay que votar por el menos malo o apoyar a este para que no gane el otro y así vamos dejando de ser nosotros y nos volvemos los verdugos de ese engranaje político que en este país es sencillamente desastroso.
Y cuando hablo de desastroso yo creo que ustedes me entienden. Desastrosa es esa relación que existe entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, dos personajes que tendrían que firmar primero la paz entre ellos y luego desaparecer, cada uno en su altiplano o en su montaña, para que entren otros que no tengan que quitarse los clavos que ambos se enterraron desde que empezaron esa relación tan enfermiza que le ha hecho un daño enorme a este país. Desastroso fue el protagonismo que tuvo el primero al enjalmar la mula antes de tiempo, y luego el otro que quiere verse ahora como el salvador, como el único que sabe hacer las cosas bien, patrocinado por aquellos que se tragan tan fácilmente a estos ídolos.
Yo sigo creyendo no solo que este país se merece la paz, sino que la necesita urgentemente. Ya no es posible pensar que las armas arreglarán nuestros problemas, eso es muy bajo, eso es ridículo, eso es inviable. Durante los últimos años, Colombia tuvo una tranquilidad que hacía mucho tiempo no tenía. Los integrantes de las Farc, estoy seguro, sintieron lo mismo y yo no los veo con ganas de volver al monte, cargar sus fusiles y enfrentarse nuevamente al país. Los integrantes de las Farc entendieron que el diálogo es el camino, no las balas, la clandestinidad, los atentados, el miedo; por eso Timoleón Jiménez dijo que “mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”. Esto es muy valioso, esto es una muestra de que el proceso de paz funcionó porque cambió la forma de pensar de un hombre que antes creía en otra cosa.
Ojalá Santos y Uribe entiendan lo mismo, ojalá los colombianos sepamos que la paz no es de ellos sino de todos los que creemos que la paz sigue viva y no la podemos dejar morir por ningún motivo.