Columnistas

La paz y el ojo tácito

26 de octubre de 2016

A lo lago de la marcha por la paz del jueves pasado en Bogotá, el ojo de una niña miraba a través del ojo de un vidrio astillado. Una bala incógnita lo había perforado. El ojo infalible del fotógrafo antioqueño Jesús Abad Colorado capturó esos dos ojos.

La niña marchó hasta la Plaza de Bolívar en una imagen ampliada que distribuyó entre los asistentes el grupo “Acciones por el acuerdo”. La acción, titulada “Ni una bala más”, fue la primera incursión de este colectivo compuesto por artistas, escritores, periodistas y gestores culturales.

Camarógrafos, fotógrafos de prensa y de redes sociales multiplicaron ese ojo sobre el ojo. Se notó que detrás de la idea había mentes con la mirada puesta en la estética.

La segunda acción fue citada para ayer martes con el lema “Un ejército de voces leen ‘Los ejércitos’”. En la misma plaza, al mediodía, cualquier persona podía turnarse para leer en voz alta o simplemente leer en silencio la novela de Evelio Rosero, premiada aquí y en Europa y considerada por la revista Arcadia como un clásico del siglo XXI.

En otras ciudades hay quienes quieren replicar la iniciativa. Los fundadores de “Acciones por el acuerdo” anuncian que seguirán en esta lucha simbólica todos los martes “hasta que llegue la paz”.

Luego de que estudiantes, indígenas, campesinos, sindicalistas, víctimas, mujeres, confluyeran en las calles para pedir paz, ahora los artistas juntan su voz, su ojo, su letra.

No con manifiestos farragosos sino con el rasgo tácito que caracteriza su estremecimiento. Colorado y Rosero fueron antecedidos por Doris Salcedo y su manto lívido sobre la plaza.

“Parecemos sitiados por un ejército invisible y por eso mismo más eficaz”, sentencia ‘Los ejércitos’ para pintar el aire de un país donde “los eternamente indiferentes pájaros parecen los únicos en no darse cuenta de esta muerte viva”.

Bueno, tal vez los únicos no son los pájaros, porque “El presidente afirma que aquí no pasa nada, ni aquí ni en el país hay guerra”. Y si la novela no hubiera sido escrita hace diez años, Rosero quizá habría agregado que ese presidente sigue siendo presidente a pesar de no ser ya presidente.

La niña del ojo sobre el ojo y los habitantes del desolado pueblo novelado se preguntan en estos días de limbo lo mismo que el protagonista de “Los ejércitos”: “Y lo mismo que pienso yo parecen pensarlo todos, ¿a merced de quién hemos quedado?”.