La ‘pequeña’ corrupción
Llegó la hora de la definición. El mundo camina hacia un abismo moral; y no me refiero a moralismos retrógrados, sino del comportamiento moral o la costumbre (que es lo mismo) que nos insta a cuidar y respetar al otro, a no sacar ventajas en detrimento de los demás, a no producirle miedo ni dolor a ningún ser vivo. El mundo está hecho un caos: la situación de México da cuentas de una gente hastiada de la estupidez moral de los politiqueros y la violencia narco. La debacle venezolana da cuentas de lo propio. En el ranquin de los ‘países felices’ del mundo, el imperio estadounidense figura en el puesto n.° 140 y en el mismo ranquin Colombia es el tercero más feliz, aunque uno de los más inequitativos.
El mayor problema es que muchos de los que se creen “buenos” adoptaron “pequeñas” prácticas corruptas que consideran sin trascendencia, sin darse cuenta de que cada vez propagan un escenario de trampas, mentiras, ilícitos y “tira ventajas”. Es tanta su miseria moral, que no logran entender por qué sus pequeñas corruptelas empobrecen moralmente el escenario mundial.
Al mismo tiempo otros, conscientes del raquítico futuro relacional que se está sembrando, ponen todo su empeño en trabajar por el bienestar de los demás.
Así que fuerzas opuestas disputan hoy el porvenir de la humanidad: unos convencidos de que sus pequeñas infracciones ni se notan en un mundo putrefacto (al que ellos mismos colaboran) y otros, anónimos héroes cotidianos, cuidadosos de no ayudar ni con la más mínima infracción (aunque sean objeto de burlas por ser el único “bobo” que “no aprovecha”).
No sé qué es más perjudicial: si el gran malo que comete la gran maldad que daña a miles; o el ‘pequeño’ malo que se cree bueno, solo porque estima como ‘pequeña’ su propia corrupción, sin entender que con ella inclina la balanza moral del mundo.
Es la hora de la definición. No hay término medio: están equivocados aquellos que creen que una pequeña corruptela no inclina la balanza hacia el mal: ¡Claro que la inclina! Esos corruptillos que no ven la dimensión de sus malos actos ayudan a que el mundo sea cada vez un lugar más inseguro, desconfiable y poco llamativo. No podemos seguir permitiendo un mundo así para nuestros hijos; necesitamos que los jóvenes crezcan con esperanza.
Son urgentes hoy conductas decididamente rectas que marquen la diferencia. Llegó la hora de actuar con rectitud moral entendiendo que cada pequeña acción (buena o mala) es una siembra en este, cada vez más, empobrecido mundo.