Columnistas

LA POBREZA ES UN MEDIO Y NUNCA UN FIN ABSOLUTO

16 de julio de 2018

Toda la Iglesia es misionera por naturaleza. Misionar es prolongar la actividad de Jesús hasta llevar a todos los rincones del mundo la salvación por él traída. Excusarse con la “buena fe” de los paganos en países cristianos o en tierras de misión para detener la actividad misionera significaría no haber entendido el porqué y el para qué del mensaje. La salvación ofrecida por Dios en Jesucristo debe llegar al conocimiento de todos. Es la conversión: Dios como finalidad de la vida y como centro de toda actividad; expulsión de los demonios: Dios es más poderoso que las fuerzas del mal; curar enfermos: el dolor no es definitivo en la vida del hombre.

Este anuncio pide signos de credibilidad por parte de la vida de los que lo anuncian: es la sencillez de vida y el testimonio de pobreza como signo primero de libertad. No se les ordena lo que deben decir, sino lo que deben ser. Si “son “mensajeros, todo lo que dicen y hacen “es” mensaje. Si hacen lo contrario estorban. El enviado debe vivir pobre, lo cual no significa vivir harapiento y con exagerada austeridad. Debe tener lo necesario y si desea un poquito más, pero nada que sea superfluo. La pobreza es un medio y nunca un fin absoluto. La pobreza es consecuencia de la fe, el apóstol lo espera todo en el Señor.

La comunidad de Jesús debe ser una comunidad no instalada, ni de abundancia en medios materiales, ni llena de capitales económicos, ni en una situación bien reconocida, protegida y ayudada por el poder civil o del Estado, ni involucrada en procesos de izquierda o de derecha, ni en una rutina perezosa que no se da cuenta que hay sitios que no la quieren recibir y plataformas pastorales que ya no sirven para evangelizar ni a los pobres, ni a los ricos, ni a nadie.

Quizás la Iglesia misionera debe entender hoy que ya la sociedad y el Estado han asumido lo que para ella era muy importante siglos atrás, y que en lugar de aferrarse a ellas y defenderlas, tendría que huir de ellas y dejarlas, sacudiéndose sus adherencias de honores, de dinero, de mentalidad, de costumbres, de añoranzas, para anunciar la Buena Noticia en otros lugares y en otros grupos minoritarios y practicar de manera imaginativa y creadora el amor a los marginados, y no teniendo miedo de ponerse ella misma un poco, al menos un poco, al margen de la sociedad consumista y establecida.