Columnistas

LA PSICOLOGÍA TIENE SU PUESTO EN EL PORVENIR

17 de febrero de 2020

No me pasa por la mente la posibilidad de que la psicología pueda figurar entre las profesiones a las que está sentenciándose a extinguirse ante el advenimiento de la inteligencia artificial en la Cuarta Revolución Industrial. Hay actividades humanas que están periclitando y pueden desaparecer porque sus funciones van siendo asumidas por robots, como lo ha vaticinado Klaus Scwab en sus obras. La lista es muy conocida y empieza por oficios que no requieren la acción directa de individuos. Pero sería la derrota final del ser humano si una disciplina esencial, que se concentra en los enigmas y profundidades de la mente, la asumiera una máquina. Los resultados de un tratamiento clínico serían desastrosos si dependieran sólo del dictamen de un algoritmo y no de una relación segura entre psicólogo y paciente.

Ese es el principal argumento para defender la pervivencia de la psicología como profesión básica situada entre las ciencias sociales y de la salud. Hablo de la clínica, una de sus especialidades primordiales. Lo mismo puede afirmarse de las otras ramas, como la organizacional y la del deporte, por ejemplo. Sustituirlas o delegárselas a programas artificiales, por más inteligentes que parezcan, equivaldría a dejarlas sin alma y convertirlas en prácticas materiales de pronóstico incierto y peligroso. No quiero imaginarme un robot al que se le asigne la responsabilidad de tratar episodios de depresión o casos de riesgo de suicidio. Por más datos y elementos teóricos de valoración que se le almacenen a ese cerebro electrónico, no dispondrá de la facultad de diagnosticar y tratar situaciones que requieren capacidad de elaborar juicios de valor ajustados a cada caso específico y único o de tomar decisiones éticas y humanas.

Comprendo el malestar que ha causado entre los psicólogos la declaración de la Vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, al recomendarles a unas jóvenes que aspiraran a profesiones distintas de la psicología. Pero tampoco debe exagerarse al cuestionar la que habría sido, cuando más, una ligereza. No es para tanto. La Vicepresidenta es inteligente y culta y estoy seguro de que no pretendió descalificar la formación de psicólogos. Cuando una carrera llega a tener abundantes programas universitarios (en Medellín hay más de diez facultades y en el país más de ochenta) y por consiguiente gradúa a más egresados de los que tal vez se esperaban, es preciso actualizar su pertinencia y pensar en una planeación más acorde con las reales necesidades de la sociedad y sus regiones, más todavía en un país que exhibe crecientes y, por qué no, alarmantes problemas y desajustes en materia de salud mental, que requieren tratamiento urgente y eficaz. Esta es responsabilidad de universidades, agremiaciones, sociedad y gobierno. Que la psicología tiene su puesto en el porvenir, es obvio.