La Resurrección
Vivo como pienso, y por eso hago bien en preguntarme cómo pienso, y a lo mejor me vea obligado a un cambio en mi modo de pensar y por tanto en mi modo de vivir y de actuar. Eso pasa con la resurrección, cuyo significado tengo por descubrir.
Entendemos la muerte como separación de cuerpo y alma, y la resurrección como revivir un cadáver. Una manera dualista de ver la realidad. El hombre consta de dos partes, cuerpo y alma, que al nacer se juntan, al morir se separan y al resucitar se vuelven a juntar. Y así, creo que hago unas cosas con el cuerpo, como comer y vestirme, y otras con el alma, como pensar y orar.
Existe otra mentalidad, unitaria, en que todo tiene sentido de unidad. Y así, mi cuerpo y mi alma son dos dimensiones esenciales, distinguibles, no separables. Todo en mí tiene sentido de unidad. Voy naciendo, viviendo, muriendo y resucitando simultánea y dinámicamente en cuerpo y alma. Me impresiona sobremanera saber que al nacer comienzo a morir y resucitar, y que al morir acabo de nacer y resucitar.
Jesús, que tiene mentalidad unitaria, ve la muerte como la apertura en cuerpo y alma a la plenitud de la vida, que es Dios, y en eso consiste la resurrección. Y así, cuando le dicen que la hija de Jairo ha muerto, él comenta: “No lloren, no ha muerto, está dormida” (Lc. 8,52). Y lo mismo ocurrió con Lázaro, de quien dijo también: “Nuestro amigo Lázaro duerme pero voy a despertarlo.” Y agregó: “Y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean” (Juan 11,11.15).
La palabra resurrección adquiere en Jesús un sentido excepcional, pues afirma: “Yo soy la resurrección”, y agrega: “Y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn. 11,25-26). De modo que la palabra resurrección pasó de significar, no un acontecimiento, sino una persona, Jesús, el misterio de los misterios, el milagro de los milagros, Dios hecho hombre.
Así entendemos lo que pasó en el momento de la muerte de Jesús en la cruz, en que el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: “Verdaderamente éste era hijo de Dios” (Mt 28,54). Fueron los primeros en darse cuenta de que Jesús al morir resucitó, llevando así la vida a plenitud.
En esta pandemia, cada ser humano está llamado a vivir desde ya la resurrección amándose a sí mismo, amando a los demás, al cosmos y sobre todo al Creador.