LA TENTACIÓN DEL VEDETISMO
Entre la gente y hasta entre algunos periodistas hay una percepción equivocada sobre los derechos y los deberes, los alcances y las limitaciones de los comentaristas y columnistas. La actitud egocéntrica y la tendencia a cultivar el vedetismo desvirtúan el verdadero sentido de la responsabilidad de interpretar la realidad y orientar a los lectores acerca de los hechos de actualidad e interés público.
Un columnista, cuando acepta el deber de contribuir a la comprensión de lo que pasa en la sociedad, no tiene por qué privilegiar entre sus líneas temáticas los asuntos íntimos y domésticos. No sólo me refiero al incidente de la respetada colega que ha venido ocasionando variadas y hasta temerarias conjeturas en una audiencia afectada por la crispación política. Hablo en general. Ningún episodio anecdótico de la esfera íntima o del fuero privado está señalado por el interés público, a menos que se justifique tratarlo y sin dejar la duda de que fue escogido en forma precipitada y sin prever las consecuencias de divulgarlo, tanto para el autor como para todos los presuntos implicados.
La libertad de opinión tiene un serio componente ético y comporta la facultad de decir lo que debe decirse. Por lo tanto, la disposición a responder, dar la cara, asumir las consecuencias, por actuar o abstenerse de hacerlo. El columnismo es cada día más una actividad profesional, no un disfrute personal, ni un factor de lucimiento individual o un modo de cultivar y ensanchar el ego para obtener beneficios en materia de fama, poder o dinero. Claro que puede ofrecer algunos elementos felicitarios, entretener, agradar, ganar acogida entre los ciudadanos, etc., pero son resultados que pueden llegar por añadidura. Primero debe estar el servicio.
El criterio de veracidad, la sindéresis, la pertinencia y la oportunidad son algunas de las condiciones que debe reunir un comentarista, sea o no periodista. Un columnista debe ayudar a buscar respuestas, claves de interpretación. Por eso esta labor tiene características de tarea hermenéutica, porque ante todo debe hacerse una propuesta de diálogo, de búsqueda del sentido verdadero, si se quiere de conversación con interlocutores reales o potenciales. Así, por ejemplo, proponer un juego incierto de adivinanzas en lugar de despejar dudas e incertidumbres es, por lo menos, malgastar el tiempo y el espacio disponibles y soslayar la responsabilidad de servirles como guía de perplejos a unos ciudadanos confundidos en el maremagno de una actualidad caótica y alucinante.
Todos podemos incurrir en equivocaciones a la hora de participar en esta labor tan compleja y exigente y a veces incomprendida, pero al fin y al cabo encarretadora y fascinante. Que sea de buena fe, sin animus injuriandi, libres de intención vindicativa y sin ceder a la tentación del vedetismo egocentrista.