LA TIRANÍA DE LA ENTREPIERNA
Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 140 millones de mujeres en el mundo han sido víctimas de la ablación genital, una práctica macabra en algunos países por causas económicas (se aumenta la dote de una novia mutilada), religiosas y culturales que nunca podremos entender. En ese “algunos países” cabe Colombia, por cuenta de la comunidad indígena emberá chamí en el departamento de Risaralda.
La ablación consiste en la extirpación total o parcial de los genitales de niñas y jóvenes entre 4 y 14 años, por razones profundamente arraigadas en aquellos lugares, pero evidentemente equivocadas todas: para mitigar la sexualidad femenina, como iniciación de las niñas en la edad adulta; para aumentar la fertilidad y garantizar partos seguros y porque los genitales femeninos son sucios y feos. ¡Plop!
Las consecuencias físicas de la mutilación genital, si es que estas niñas no mueren por infección o en medio de un intenso dolor durante la “cirugía”, son irreversibles: Esterilidad, hemorragias, pérdida de sensibilidad e infecciones vesicales y urinarias, entre muchas otras. De las sicológicas ni hablemos...
El 6 de febrero es el día de la sensibilización contra la ablación femenina. Pero, ¡oh, los contrastes! Mientras la humanidad protesta contra este horror y pide su abolición sin grandes resultados, hay muchas mujeres esperando turno en el consultorio de algún cirujano plástico para modificar la forma y el tamaño de sus órganos genitales, supuestamente aumentar el placer y, téngase del pelo, restaurar la virginidad para tener “una segunda primera vez”. ¡Replop!
El catálogo también ofrece rejuvenecimiento genital con láser, lifting de pubis, blanqueamiento de la zona genital y anal, implantes de vello, liposucción del monte de Venus y hasta ampliación del punto G para aumentar el placer. Pregunte por lo que no vea...
El doctor Jorge Arango Lopera, ginecólogo, dice al respecto: “Una vez leí en un artículo con el que estoy de acuerdo, que todas estas cirugías se camuflan en excusas como el libre desarrollo de la personalidad, la autoestima, pero en el fondo el propósito consciente o inconsciente consiste en ser más ‘apetecibles’, tener más opciones en el mercado. Es decir, son una inversión. Por supuesto, los negociantes de la ‘salud’ están como buitres esperando o implantando las nuevas modas que les permitan esquilmar a más y más incautos, a más y más faltos de criterio decretando nuevos ‘cánones’ de belleza y enriqueciéndose con la ignorancia de quienes, creyéndose libres, se dejan manipular por los medios.
“Estos doctores faltan a la ética profesional, porque operan pacientes sanos, que no tienen ninguna enfermedad (del cuerpo, porque de la mente sí que están enfermos). Una cirugía para tratar la baja autoestima o la inseguridad, al decir de mi abuela, ‘es como un parche en una nalga cuando el dolor es de muela’. Uno necesita (entiéndase bien el concepto de necesidad) operarse de algo cuando ya no hay otras opciones terapéuticas. Estas cirugías también pueden dejar secuelas irreversibles y están de moda en casi todo el mundo. Con esto de la globalización realmente lo que hay es glo-bobalización”.
La tiranía del bisturí también en la entrepierna: A unas las medio matan a las malas. Otras se hacen arreglar lo que no tienen malo, incluso sabiendo que los riesgos superan los supuestos beneficios. Claro que en este caso puede haber descuentos por pago de contado, o dos procedimientos por el precio de uno. ¡Corran! .