Columnistas

LA VERDAD HUMILDE QUE NOS HACE LIBRES

02 de octubre de 2017

Hemos sido llamados por el Papa Francisco a la cultura del encuentro en la verdad. Una verdad que tenemos que buscar en el espíritu que nos trae hoy la lectura de la Carta a los Filipenses 2, 1-11. “No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad siempre el interés de los demás”.

La verdad indispensable, buscada con humildad y determinación, requiere la escucha respetuosa de todos los datos y puntos de vista. No es una verdad para levantar odios y calcular venganzas sino para conseguir una comprensión constructiva e incluyente del pasado, que junte el sufrimiento con la responsabilidad y convoque a una nación reconciliada en la justicia de la paz.

Porque la realidad histórica es una totalidad penetrada de condicionamientos y relaciones sociales, conflictos, herencias genéticas, tradiciones culturales y espirituales, presiones, miedos y expectativas. Y solo la aceptación de esa totalidad veraz, que lleva lo inesperado y lo contradictorio del ser humano, puede dar lugar a la compasión, y al construir juntos en la diferencia y la probidad.

Sobre ese trasfondo histórico tiene sentido la llamada a que la Iglesia Católica pida perdón por los clérigos y laicos que contribuyeron a encender el odio contra liberales, socialistas y comunistas, también enardecidos de rabias y dolores, de manera especial durante la Violencia impulsada por dirigentes de los dos partidos. Estoy de acuerdo con esa petición de perdón. Pero esta barbarie, contraria al cristianismo, hay que ponerla en contexto, no para justificarla pero sí para comprenderla y para comprendernos nosotros como colombianos.

Para mostrar complejidades traigo el caso de los jesuitas, que tuvimos esclavos, y al mismo tiempo a Pedro Claver luchador por la dignidad de los esclavos; y a Patrick Healy SJ., esclavo y sacerdote jesuita, quien fue rector de la Universidad de Georgetown. Su papá, Michael, irlandés, terrateniente en Georgia, se enamoró de la esclava Mary Eliza. Se casó con ella según la “common–law”, y tuvieron siete hijos esclavos pues la esclavitud provenía del vientre materno. El tercero fue Patrick que por esclavo no podía ir a la escuela en el Sur de Estados Unidos y la familia lo llevó a Nueva York, donde ingresó de Jesuita. Al estallar la guerra civil para mitigar las tensiones sobre Patrick, el esclavo, fue enviado a la Universidad de Lovaina en Bélgica y fue el primer esclavo doctor. Regresó a Estados Unidos en 1866.

Eran los años de la reconstrucción después de la guerra. Abraham Lincoln, el héroe de la unión, había sido asesinado. La esclavitud estaba abolida. Patrick llegó como profesor, fue hecho presidente de Georgetown por diez años, y se convirtió en uno de los líderes espirituales e intelectuales más influyentes en Estados Unidos. Su sepulcro está en el campus de la Universidad como monumento a la reconciliación y la lucha por los derechos humanos en la complejidad de la verdad de la historia.