LA VIDA SOLITARIA DE UNA MUJER REPUBLICANA
Por S.E. CUPP
redaccion@elcolombiano.com.co
Como se ha vuelto típico en una elección marcada por sorpresas frecuentemente desagradables, el miércoles en la mañana desperté para encontrar una tormenta de indignación en Twitter. Newt Gingrich había acusado a Megyn Kelly de Fox de estar “fascinada por el sexo” y que “no le importa la política pública.”
Gingrich desató este grosero ataque después de que Kelly trató de arrinconarlo en cuanto a la pregunta sobre si las muchas acusaciones de asalto sexual contra Donald J. Trump, y sus propias palabras sobre el asunto, lo deberían descalificar de la presidencia.
El hecho de que Gingrich pensó que la mejor forma de divertir atención del terrible comportamiento de Trump con las mujeres era atacar a otra mujer nos dice mucho sobre los bajos niveles hacia los cuales Trump ha arrastrado al partido republicano.
También es un presagio aleccionador sobre lo duro que será para el partido recuperar a las mujeres republicanas, y ni hablar de atraer a nuevas mujeres votantes en el futuro.
Trump ha retrocedido al partido hacia el Oscurantismo, o al menos los años 50, con sus nociones provinciales de masculinidad y nociones misóginas de feminidad, su grandilocuencia caricaturesca, su vulgar jocosidad y su abierta hostilidad con mujeres que lo cuestionan. En resumen, ha reafirmado los peores estereotipos sobre republicanos que los demócratas han promovido por décadas.
Operativos políticos fingieron ignorancia sobre si agarrar a una mujer de sus genitales es asalto sexual (sí lo es), mientras que simpatizantes femeninas dijeron que estos no son asuntos importantes para las mujeres (sí lo son). Los votantes castigarán al partido por esta encogida de hombros colectiva.
Alienar a las mujeres, que votan en números más altos que los hombres, y quienes han votado como demócratas en todas las elecciones presidenciales después de 1988, parecería un modelo de negocio defectuoso para el magnate del “Arte del Negocio”.
Las mujeres no son inalcanzables para los republicanos. Ronald Reagan ganó la mayoría de las mujeres en ambas elecciones y por 10 puntos en 1984. El despliegue más grande en la historia reciente fue en 1972 cuando Richard Nixon ganó el voto de las mujeres por 24 puntos.
Cuando las mujeres huyan del partido republicano en los años que vienen, no habrá autopsia necesaria. La explicación es demasiado clara.
Sin embargo tenemos que tratar de reparar la relación entre el Partido Republicano y las mujeres. No sólo para que los republicanos puedan ser competitivos en las elecciones nacionales, sino porque creo que nuestras políticas verdaderamente son mejores para las mujeres.
El atractivo del partido no tenía que ver con excluir a musulmanes, armar a nuestros enemigos con armas nucleares o hacer chistes sobre el asalto sexual. No me convertí en conservadora porque alguien me dijo que odiara a liberales, o que culpara a las personas que no se parecen a mi por mis problemas.
Yo me convertí en conservadora por causa de palabras como “autosuficiencia” e “individualismo”, porque parecía ser la filosofía más optimista. El conservatismo medía la compasión con base en cuanto daba, no cuánto le decía a otros que dieran. El conservatismo creía que los individuos, y no las burocracias, producían las mejores soluciones. El conservatismo veía a la democracia americana como un rayo de esperanza para compartir con los oprimidos del mundo, no algo por lo cual se tenía que disculpar.
Ahora que soy madre esos ideales me importan más que nunca. En la era de Donald Trump, es difícil discutir con las mujeres de América en el sentido de que el partido republicano merece su voto este año. Pero tenemos que regresar a nuestras raíces aspiracionales si nos ha de quedar partido alguno.