Columnistas

Las bombas molotov de los que tienen el poder

07 de diciembre de 2014

Yamid Amat fue en ese entonces el director de noticias que se atrevió a llevarle la contraria a quien era el dueño de Caracol Radio, Julio Mario Santodomingo. El multimillonario le pedía que leyera cada 15 minutos un editorial de El Espectador que arremetía violentamente contra Alfonso López. Como Amat, un respetado periodista del país, se negó, lo echaron. Después lo volvieron a botar de Caracol Televisión, siendo el mismo Julio Mario Santodomingo quien le avisó que ya no trabajaría más en su compañía. Según se dice, porque no acataba sus directrices sobre la contienda presidencial entre Uribe y Serpa. Santodomingo pretendía favorecer a este último.

Muchos ejemplos podría citar sobre periodistas que han sentido en el cuello la soga del poder. Héctor Abad Faciolince, por ejemplo, fue despedido por este medio. Respecto a este suceso, la directora en ese entonces, Ana Mercedes Gómez, reconoció con un valor admirable que su mayor error como periodista había sido retirar su columna.

Solo basta leer el libro de María Isabel Rueda, titulado “Casi toda la verdad” y publicado en 2010 por Planeta, para descubrir el entramado de poderes que se mueve en los círculos periodísticos nacionales. Rueda se acercó a cinco grandes: Enrique Santos Calderón, Yamid Amat, Felipe López Caballero, Juan Gossaín y Álvaro Gómez Hurtado.

Gossaín, con esa picardía tan particular de su ejercicio profesional, entrega en su charla con María Isabel una sentencia reveladora: “lo que me preocupa es ese coctel molotov, esa mezcla explosiva que se crea cuando a estos medios, además de pertenecer a conglomerados económicos, les mezclan intereses políticos”.

Y cito a Gossaín, porque recientemente se prendió la mecha de ese molotov. No causó extrañeza pero sí indignación, que el diario El Tiempo, que hace pocos años no solo ponía presidentes, sino que los sostenía, siga cruzando esa línea entre el periodismo objetivo y el ‘acomodado’. Acomodado para su propietario, Luis Carlos Sarmiento Angulo, el empresario más rico del país.

Resulta que en un editorial sin precedentes en la historia de El Tiempo, su director, Rafael Pombo, la emprendió violentamente contra la Reforma Tributaria. ¡Claro, esta promete aumentarles los impuestos a Luis Carlos Sarmiento! Lo más descarado, advirtió María Jimena Duzán, en su columna del domingo pasado en Semana, es que el dueño de El Tiempo, “sale en defensa propia, amenaza al Gobierno y le advierte que si sigue insistiendo en aumentarles los impuestos, se va del país”. Y me veo en la obligación de recalcar la reflexión de Duzán en su columna, porque pareciera que algunos empresarios quisieran “ser capaces” de demostrar que les interesa la paz, pero en la práctica, lo que quieren recurrir al altruismo como estrategia más de marketing que de compromiso social.

Me deja perplejo que periodistas tan prestigiosos como María Isabel Rueda y Mauricio Vargas, salgan a apoyar a Sarmiento y pidan que se retire la Reforma Tributaria. Pero bueno, como señala el libro de Rueda, “en Colombia es imposible hablar de periodismo sin política y de política sin periodismo”.

En ocasiones, la tripartita periodismo-política-capital, juegan golf o tenis en el mismo club. Es ahí, como decía Gossaín, donde las bombas molotov se fabrican y le hacen no solo daño a la virtud del periodismo, sino al heroísmo que representa este para una democracia.