Las torpezas de Botero
Hace falta una frase desafortunada para que el gobierno tiemble. Para que el Congreso pida explicaciones y los medios repitan la torpeza hasta el cansancio y la oposición insista en las debilidades de lo que se dijo; porque a estas alturas, y aunque parezca increíble, algunos funcionarios de la actual presidencia parecen desconocer la necesidad de sopesar el alcance de sus comentarios.
Algo va de la impericia como desliz mental a la sinceridad aberrante que luego pretende ser vendida como malinterpretación. El clásico lapsus linguae que deja salir las intenciones del subconsciente. Y ahí no valen las pataletas típicas del funcionario acorralado que insiste en aclarar que fue sacado de contexto cuando para el resto es evidente que dijo lo que quería decir.
Del gabinete actual y sus gazapos discursivos nadie supera a Guillermo Botero, ministro de Defensa. Aún sin posesionarse ya ganaba titulares sobre sus ideas de limitar la protesta social. Decía que respetaba los alegatos de la población, pero exigía su orden y pedía medirla por representatividad de mayorías. Algo tan contradictorio que resulta difícil creer que es la propuesta de un adulto. Uno, además, cabeza de semejante cartera.
Pero no se quedó ahí. No escarmentó. Volvió a tropezar con la misma piedra y de nuevo su blanco fueron las movilizaciones sociales a las que acusó, sin pruebas y con una espantosa liviandad, de estar financiadas por grupos ilegales. “Mafias organizadas, mafias de verdad, mafias supranacionales”, dijo. Un par de segundos de discurso le bastaron para generalizar y poner en peligro la vida de cualquier inconforme que exija mejoras en sus condiciones.
Las impericias de Botero, acostumbrado a la impunidad de su antigua vida como dirigente gremial, producen escalofrío ahora que vienen desde el atril gubernamental. Reflejan una visión de extrema derecha, pavorosa y peligrosa, en un país como el nuestro en el que basta una acusación y una etiqueta para que lluevan las amenazas.
Él se hace el desentendido y anuncia correcciones y explica lo inexplicable mientras colegas de otros ministerios -Hacienda o Justicia para poner tan solo dos ejemplos recientes- meten la pata por su lado. Todos como lastre de un gobierno que apenas cumplió su primer mes. Todos construyendo sin esfuerzo el manual de lo incorrecto.