Columnistas

LAZOS DE AMOR

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08 de enero de 2017

Volver a empezar... Con el cuerpo todavía como sumergido en agua fresca, la mente sobre una almohada de plumas y el espíritu impregnado de esa especie de miel de rosas que queda después de un buen encuentro familiar.

Porque nada como las fechas especiales y las celebraciones para reivindicar lo que siempre se ha sabido: Que la familia sigue siendo el pilar más importante para el ser humano y para la sociedad.

No ignoro que hay familias desunidas, que no se hablan, no se visitan ni se quieren, pero de esas no estamos hablando. Hoy aplaudimos a las que se juntan para disfrutarse, a las que “dialegan” pero saben que las une algo que no se romperá jamás: los lazos de amor que soportan cualquier peso a lo largo de la vida.

En los encuentros familiares no solo se comparte la mesa. También hay lugar para los ideales y los valores que nos son comunes. Pero también son bienvenidos los desacuerdos porque nos permiten conocer otras visiones de la vida sin la obligación de llegar a consensos. Con la familia, igual que con los amigos, pensar igual no es una obligación: Con respetar las diferencias es suficiente, porque está permitido ver el mundo desde orillas opuestas y sabemos que el mundo no se daña porque algunos lo miren diferente, sino porque hay fuerzas que lo destruyen. Hace falta mucho más que una mirada divergente para hacer daño a los demás, y en las familias unidas no cabe la mala intención.

No importa si alguien come solamente ramas y el otro muere por los fritos; si, solo por vacaciones, alguno le pone un poquitín de vodka al jugo de naranja del desayuno; si los abuelos están separados hace muchos años pero pueden pasar felices una semana con sus hijos, nietos y “arrimadijos”; si el extranjero que ahora hace parte del clan habla poco español, pero disfruta nuestros platos, entiende los chistes, toma café como si se fuera a acabar mañana y se integra a nuestras costumbres, tan ajenas a las suyas; si un apodo de toda la vida un día no le gusta al que lo carga y se acuesta furioso, o el si el hincha del Medellín hace lo propio porque el del Nacional puso a sonar el pregón verde... Nada que un juego de regalos robados o una actividad de mímica no puedan arreglar para que todo termine en un abrazo filial y conciliador.

Con algunos miembros de la familia, como con los buenos amigos, podemos dejar de vernos por largo tiempo, pero cuando nos reencontramos es como si simplemente dijéramos “¿en qué íbamos?”, porque a pesar del tiempo y la distancia, los espíritus viven sintonizados.Los encuentros familiares son una oportunidad de oro para recordar que en este mundo, tan conflictivo siempre, hay personas que nos quieren y a las que queremos “porque sí”, con defectos y todo: nuestros familiares, que serán los primeros en llegar cuando estemos enfermos o con un costal de problemas al hombro. Y que serán también los primeros en celebrar nuestras buenas nuevas cuando el sol vuelva a brillar.

Propongo que 2017 sea el año de la familia. De la familia unida, amorosa, la que sirve de refugio, la que nos acoge en todos los momentos, la que suma afectos, divide problemas, multiplica alegrías y no sabe restar. ¿Me apoyan?.