Columnistas

Leoluca Orlando: Medellín como Palermo

19 de mayo de 2018

Después de tres días intensos compartidos en Medellín, me despedí del alcalde de Palermo Leoluca Orlando en el aeropuerto de Rionegro. “Valió la pena venir. Medellín hoy es una de las capitales del mundo”, me dijo Orlando. El alcalde antimafia de Palermo se llevó una impresión bien distinta de la que tuvo cuando viajó por primera vez a esta ciudad, en agosto de 2003.

En aquel tiempo yo me encontraba en Medellín por mi trabajo de campo como antropólogo con los desplazados del Oriente antioqueño, quienes vivían en El Morro de Moravia. Había tenido también la oportunidad de escuchar y conocer a Sergio Fajardo, entonces candidato a la Alcaldía. Le hablé a Orlando sobre este líder político y sobre su atrevida apuesta de cambio. A Orlando le dio curiosidad, y fue así que viajó a Medellín.

Durante aquella primera visita, una tarde el alcalde de Palermo fue invitado a conocer la experiencia de unas organizaciones sociales que por aquella oportunidad se reunieron en un salón parroquial. Leoluca Orlando estaba escoltado por dos agentes de la Policía Nacional que se movilizaban en una moto. Pero, al momento de subir al barrio, los dos agentes le informaron que no lo iban a poder acompañar porque era demasiado peligroso para ellos subir aquellas lomas. Orlando entonces prosiguió sin escolta. En aquel tiempo Medellín era otra.

En los cambios que Medellín vivió en los últimos quince años, Orlando vio un reflejo de la experiencia que Palermo ha vivido en los últimos cuarenta años. En los múltiples encuentros que tuvo con el alcalde Federico Gutiérrez y su equipo, con empresarios, líderes sociales y jóvenes, Orlando reconoció que el motor del cambio ha sido la extraordinaria concentración de talento que hay en Medellín, y el amor por la ciudad que une a muchos líderes y ciudadanos. Hoy Medellín enfrenta retos nuevos; de eso también se percató Orlando, resaltando la necesidad de crear una sinergia entre una transformación de actitudes mentales y estructural. Una y otra vez repitió que una cultura de la legalidad es sólo una quimera si no hay una economía de la legalidad; que la seguridad se obtiene cuando están garantizados los derechos al empleo, a la salud y a la educación. No solamente la represión del crimen, sino también la promoción de una cultura de los derechos fue lo que permitió la transformación de Palermo.

De hecho, si Medellín lo tiene todo pero sigue siendo una ciudad marcada por profundas desigualdades, es debido a que todavía hay disparidad de derechos. La transformación cultural tiene que pasar por el reconocimiento de que todos somos personas humanas y este principio tiene que inspirar la intención y la acción de quienes gobiernan, hacen empresa y promueven lo social. Eso requiere abrir la inteligencia, el corazón y la voluntad. La posibilidad de esta transformación radica en una asunción colectiva de responsabilidad. Como lo dijo Leoluca Orlando en estos días, no es una transformación que se puede delegar. Por eso, pienso que el desafío de Medellín es que todos los ciudadanos asuman la responsabilidad de crear juntos un gran futuro para esta ciudad alrededor de un propósito compartido.