Levántese y sálvenos, Mr. Biden
Por LYdia Millet
Primero, un suspiro de alivio: Elegimos a un presidente que realmente cree en el gobierno. ¿Quién nombró a John Kerry, un diplomático serio, como zar climático, y lo puso en el Consejo de Seguridad Nacional, reconociendo, como lo han hecho nuestros militares durante años, que un clima inestable es una cuestión de guerra y paz?
Elegimos a un moderado para reemplazar a un demagogo: en la práctica, teníamos que hacerlo. Pero en el ámbito del cambio climático, como saben los jóvenes cuya participación fue crucial para la victoria de Joe Biden, cuya motivación fue en gran parte la urgencia de la crisis climática y cuya proporción del electorado solo aumentará, la moderación será el beso de muerte.
En esta emergencia de soporte vital, el compromiso transaccional fangoso nos ha fallado hasta ahora, durante décadas de política destructiva que apuntalaron el bastión de los combustibles fósiles.
Y nos fallará con una finalidad radical si la versión de la acción climática de Biden resulta ser pasos delicados y pequeños. Nos ha dicho que está comprometido con frenar el cambio climático y que, a diferencia de su predecesor en la Casa Blanca, reconoce su importancia. Sin embargo, como evasión para atraer a los votantes de estados indecisos, también se ha alejado del Green New Deal y de prohibir el fracking.
Pero las elecciones se acabaron. Y ahora las maniobras débiles y tímidas condenarán a las generaciones futuras con tanta seguridad como lo haría la negación climática. Biden no puede tener éxito con reformas acomodaticias destinadas a complacer al establecimiento corporativo. Solo puede triunfar con medidas heroicas.
Para nuestros nietos y los suyos, para todos aquellos que nos siguen en esta Tierra –junto con los insectos que polinizan nuestras cosechas, las bestias que merodean por el ártico que se derrite, los arrecifes de coral que se blanquean rápidamente hacia el olvido–, los próximos cuatro años son cruciales. La política climática de Biden salvará a los jóvenes o los enviará a un futuro sombrío y aterrador.
La ciencia nos da 10 años para hacer una transición a gran escala a las energías renovables, y 20 años para llegar a cero carbono, para tener la posibilidad de mantener el calentamiento a 1,5 grados Celsius, justo este lado de la zona del apocalipsis. El plan climático actual de Biden no nos llevará allí lo suficientemente rápido.
Los cambios que tiene que hacer son cambios radicales que tendremos que adoptar como cultura. Esta no puede ser solo una cruzada de niños: los abuelos como él, los padres, los tíos y las tías también deben unirse a la lucha.
Podemos reunir una voluntad social más amplia. Pero necesita la fuerza de la voluntad política para hacerse realidad: la fuerza del ejecutivo, la dedicación de dinero público y privado a proyectos climáticamente racionales, el uso de la ley existente y la cooperación de las naciones.
En ausencia de un cambio de paradigma tan unificador, las tormentas mortales y los incendios forestales empeorarán, quitando a nuestros descendientes la seguridad del hogar. El aumento del nivel del mar rehacerá las costas antes de que podamos adaptarnos, deshaciendo nuestras grandes ciudades. Las migraciones forzadas traerán luchas civiles y autocracia. Las olas de extinciones desentrañarán los ecosistemas que nos brindan agua limpia, aire limpio, bosques y pesca. Y robarán para siempre la belleza y las posibilidades de un planeta vivo.
Solo este presidente, ahora, tiene el poder de liderar con la fuerza suficiente para llevar a nuestro país y a los otros dos mayores emisores, China e India, a cero emisiones de carbono para 2040.
No existe un grupo de “interés” que no vaya a ser devastado permanentemente por un clima arruinado –rico o pobre, negro, indígena, latino o blanco, demócrata o republicano.
Si yo fuera Joe Biden, un modelo de decencia centrista en comparación con Donald Trump, pero para nada un rey guerrero, al menos hasta ahora, aprovecharía este momento por lo que es: la posibilidad de una redención extraordinaria. No para ceder a la mediocridad y el compromiso y condenar a los que vienen después, sino para mostrar una profundidad de honor y un espíritu de lucha que nunca se olvidará.
Levántese y sálvenos, Sr. Biden. No en el vago mañana, sino hoy