Columnistas

Lisístrata por De la Calle

30 de julio de 2015

Los pragmáticos tiburones económicos del primer mundo no saben conjugar el verbo agradecer. Y eso que Don Quijote dejó dicho que el agradecimiento enaltece sobre todo a quien lo da.

¿Qué es eso de andar cobrándole miserables 350 mil millones de dólares al país que lo dijo todo primero, y que nos regaló a Homero, Pericles, Solón, Aristóteles?

Sin olvidar a Platón, una especie de memorioso Funes que recogió todo lo que decía Sócrates. ¿Qué grabadora utilizó Platón que no olvidó detalle de lo que decía el maestro?

El teatro sería paupérrimo sin Esquilo, Sófocles y Eurípides. El mundo sería más aburridor sin Anaxágoras y Zenón, el comediógrafo Aristófanes, el poeta Píndaro, los escultores Fidias y Praxiteles, los pintores Apeles, Polignoto y Zeuxis, el médico Hipócrates, los historiadores Tucídides y Heródoto, los oradores Demóstenes e Isócrates.

Y un larguísimo etcétera que desfila por Un viaje por tres civilizaciones, el documentado libro del viajero y exmagistrado Javier Henao Hidrón.

Hay una personalidad que, solita, pagó anticipadamente la deuda: Lisístrata, personaje de la comedia de Aristófanes.

La ateniense patentó la fórmula para acabar con todas las guerras sin disparar un tiro. Su propuesta vale la plata de Bill Gates, Warren Buffett, Carlos Slim, Sarmiento Angulo y Óscar Domínguez juntos.

La fórmula es simple: cerrar las piernas. Lisístrata se lo planteó en términos más contundentes a sus colegas atenienses y espartanas: “Si en lugar de condescender, nos rehusamos, la paz es un hecho”.

Más claro no canta el gallo. Lisístrata les tiraba línea a sus colegas: “Tenemos que hacer el ayuno del palito... Ningún hombre se acercará a mí con su arma enhiesta... Yo nunca al marido le habré de dar su gusto”, decía Lisístrata en tono uribista ante el escéptico auditorio femenino.

Retrecheras al principio, las mujeres de los guerreros finalmente accedieron y la paz se hizo. Compete a los economistas calcular el dinero que nos habríamos ahorrado sin tantas guerras.

En tiempos del ministro de Defensa, Gilberto Echeverri, el general Bonnet Locarno resucitó la receta de Lisístrata. Echeverri le sopló en Washington la idea al general Mc Caffrey, a la sazón zar antidrogas, quien se opuso. El gringo sugirió esta variante: poner a los guerrilleros a hacer el amor hasta agotarlos.

Si en Colombia las Farc no firman dentro de los cuatro perentorios meses que les dio, el presidente Santos tendrá que cambiar la prosa dadaísta de Humberto De la Calle por la doctrina Lisístrata. Para no vernos dentro de decenas de muertos.

Sugiero que entre los más de siete mil millones de bípedos que contaminamos lo que queda del medio ambiente, hagamos vaca para pagar la deuda griega.

Encantado aportaré mi tajada así me quede sin el pasaje pa’l tranvía de Ayacucho. Lisístrata se lo merece, así el hombre siga inventado guerritas inútiles que nadie gana pero que perdemos todos....