Columnistas

Lo que revelan las cumbres

11 de julio de 2017

Las reuniones multilaterales contemporáneas dicen más desde los símbolos que desde las firmas. Los acuerdos, muchas veces pactados con anterioridad por los círculos presidenciales, pasan a un segundo plano cuando podemos ver cuál es la relación entre los mandatarios que se encuentran allí. Sus apretones de manos, sus malas caras y sus sonrisas cómplices, dan en ocasiones más vuelo a la geopolítica que las carpetas de hojas y hojas con generalidades incomprobables.

La pasada reunión del G-20 tuvo un poco de ambas realidades. Señales claras de incomodidad por un mundo que se reacomoda entre nuevas lealtades y viejas desconfianzas, y declaraciones oficiales que olvidaron por momentos cualquier diplomacia.

Con todas las cámaras enfocadas en la colisión entre el despreciado Donald Trump y una Europa tambaleante, lo que pudimos entender a punta de signos es que Estados Unidos está aislado como pocas veces en su historia reciente y el multimillonario es considerado un advenedizo irresponsable que pone en riesgo acuerdos para los que fueron necesarios incontables esfuerzos y mucho tiempo.

Ángela Merkel y Emmanuel Macron tomaron la vocería de un viejo continente que quiere mostrar su inconformidad ante Washington y hacer evidente que, cada vez, las dos potencias están más separadas. Aquí no valen ni las risas ni los besos en la mejilla.

El punto más crítico en la reunión de Hamburgo (rodeada además de un ambiente hostil de grupos antiglobalización) fue la postura sobre el medio ambiente y el Acuerdo de París. La alemana, anfitriona, dejó de lado la zalamería y fue clara al reconocer que EE. UU. es ahora un palo en la rueda para enfrentar el cambio climático. “Donde lamentablemente no hay consenso, hay que reflejar el disenso, no ocultarlo”, aseguró, con un rostro adusto y en clara referencia a Trump. No es tiempo de maquillar las inconformidades.

La Casa Blanca no solo se aleja del Acuerdo de París del 2015 sino que, además, insiste en que colaborará con todas aquellas naciones que deseen usar combustibles fósiles. Una cachetada a los esfuerzos globales que se encaminan en dirección opuesta.

Por eso Washington se queda solo y el G-20 lo reveló de formas que fueron del lenguaje simbólico a la declaración oficial. En buena medida es el resultado de las torpezas lideradas por un hombre incapaz, que usa el viejo truco de la prepotencia para esconder la ignorancia.