Lógica prohibicionista
Por
Juan David Torres
Pontificia Universidad Javeriana
Economía, tercer semestre
jdtorres9611@gmail.com
En Colombia, el espectro político va más allá de la diferenciación entre izquierdas y derechas, un fenómeno trivial, mandado a recoger y ligado a discursos manidos y líderes demagogos.
Existe otra manera de comprender la política: ¿Se decantan nuestras ideas por el totalitarismo y un Estado ubicuo y paternalista, o por la libertad económica y personal y un Estado limitado con unas funciones básicas?
La gente tiende a optar por la primera alternativa, lo cual se puede analizar a la luz de su lógica prohibicionista: si algo no le gusta, lo mejor es que se prohiba. Sucedió con el alcohol (que luego se legalizó), con las drogas (una guerra perdida) y sucede ahora con prohibiciones absurdas en nuestro país, como las de los bailes “sexuales”, tipo champeta, o con la polémica que se ha desatado con Uber.
Y como bien señalaba el economista Milton Friedman, esta lógica no se basa en nada más que un profundo temor, desconfianza o aversión hacia la libertad en sí.
La gente no se considera lo suficientemente madura y racional para tomar sus propias decisiones sobre lo que consume. De igual manera, tienen la visión totalitaria de que sus gustos, creencias o criterios morales (todos subjetivos) deben universalizarse en leyes.
Otros, simplemente ven en la ley una manera de proteger sus intereses privados, a costa de los demás.
En consecuencia, el Estado tutelar debe decidir por nosotros lo que está bien o mal, mediante la progresiva coerción institucional: leyes absurdas, vigilancia, multas y, finalmente, la cárcel.
De esta manera, cada prohibición es una excusa para proscribir cada vez más asuntos, minando así nuestra libertad.
Igualmente, se ignora que las prohibiciones conllevan a la violencia. Cuando algo es prohibido, no existen los incentivos que sí hay en un mercado legal y libre. Por lo tanto, se acude al robo, a la trampa y al crimen, por un lado; y a la coerción y la dilapidación de recursos (gasto militar) del Estado por el otro, para evadir o hacer cumplir la ley.
Así las cosas, es menester superar la lógica prohibicionista y comenzar a creer un poco más en nuestra libertad. .
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