Columnistas

LOS ATLETAS SIN PATRIA

07 de agosto de 2016

Hace un año, Yusra Mardini huyó de Siria y abordó un bote para cruzar el Mediterráneo junto con 30 refugiados más. Media hora después, el motor se apagó. Con la ayuda de los pasajeros que sabían nadar, ella tuvo que empujar la embarcación durante tres horas hasta tocar tierra en una isla griega. “Hubiera sido una vergüenza morir ahogada si se supone que soy nadadora”, dijo a los funcionarios de la ONU que los ayudaron a salvarse.

A los 28 años, la yudoca Yolande Mabika ya no se acuerda de los rostros de sus familiares. Tuvo que separarse de ellos cuando tenía 10 años. Popole Misenga, su compañera de 24 años, perdió a su madre en la guerra y no ve a su familia hace 18 años. Las dos pasaron su infancia en un centro para niños refugiados en Kinsasa, la capital del Congo. En 2013, llegaron a Río de Janeiro para competir en el Campeonato Mundial de Judo y decidieron quedarse.

El atleta etíope Yonas Kinde, de 36 años, se vio obligado a abandonar su país hace cinco años a causa del hambre y la sed que padecían él y más de 15 millones de sus compatriotas. Hoy vive en Luxemburgo, donde trabaja de taxista.

A Anjelina Nada, Rose Nathike y tres atletas más de Sudán del Sur, como a más de dos millones de sudaneses, la guerra los obligó a huir hacia Kenia cuando eran niños. Hoy viven en un campamento de refugiados en Nairobi. Allí, aunque no tenían pistas, ni gimnasio, ni siquiera zapatos, se dedicaron al atletismo con el apoyo del Centro de Entrenamiento para Refugiados.

Estas son las historias de los atletas sin patria que —en medio de una ovación que hizo temblar el estadio Maracaná— marcharon en la ceremonia de apertura de las Olimpíadas de Río de Janeiro bajo la bandera del Comité Olímpico Internacional.

Ellos son los representantes de más de 65 millones de refugiados que hoy existen en el mundo, la cifra más alta de desplazados por la violencia desde la Segunda Guerra Mundial. La iniciativa para apoyarlos —una acción sin precedentes en la historia de los Juegos Olímpicos— fue impulsada por Thomas Bach, presidente del COI.

Su iniciativa está inspirada en el ideal griego que permitió la creación de los Juegos Olímpicos en los siglos V y VI antes de Cristo. Durante su celebración, los conflictos entre las ciudades y Estados se posponían hasta la finalización de las competencias deportivas. A este cese de hostilidades los griegos lo llamaban paz o tregua olímpica. Su desaparición a fines del siglo VI después de Cristo fue provocada por la invasión de los ejércitos del Imperio romano y la intolerancia de sus emperadores, quienes prohibieron todos los cultos paganos y ordenaron la destrucción de los templos griegos.

Ese mismo anhelo de paz llevó al barón francés Pierre de Coubertin a fundar en 1894 el Comité Olímpico Internacional y a organizar la primera versión moderna de los Juegos. Esta se realizó en Atenas en 1896. Desde entonces, se han realizado cada cuatro años, con excepción de 1916, 1940 y 1944, debido a las dos guerras mundiales del siglo XX.

En un mundo azotado por la guerra, ese pensamiento inspiró al COI a convocar a los refugiados a los juegos de Río 2016. Lo explicó de manera elocuente su presidente, Thomas Bach:

“La participación de los refugiados en los Juegos es una señal de esperanza para todos los refugiados del mundo. Ellos no tenían un país que defender, ni un hogar, ni una bandera bajo la cual competir. Ahora sí los tienen. Gracias a este equipo el mundo será más consciente de la causa de los refugiados. Ellos también son nuestros hermanos”.