Columnistas

Los beneficios de la convivencia

03 de octubre de 2016

En los hogares de hoy, con un menor número de hijos y un mayor número de comodidades y entretenciones, los espacios compartidos en familia son muy pocos y se limitan, en el mejor de los casos, a reunirse a ver algún partido deportivo o un programa de televisión que les interese a todos. Sin embargo, poco comparten porque están concentrados con lo que están viendo. ¡Lo grave es que las familias en las que casi lo único que hacen reunidos es ver una pantalla, lo que logran es embobarse unidos!

Es verdad que cuando cada uno de los hijos tiene sus propias cosas y sus propias formas de entretenerse a lo largo de su infancia, posiblemente no tendrán los conflictos propios de tener que compartir, pero tampoco tendrán relaciones familiares muy estrechas. Al tener poco en común y que cada cual esté en lo suyo, no pelearán pero tampoco se conocerán ni se comprenderán. Los vínculos afectivos entre los hermanos no se forjan ni se enriquecen simplemente porque comparten un mismo techo. Para que establezcan lazos afectivos sólidos entre ellos y con nosotros tenemos que crear espacios de convivencia que incluyan juegos, intereses, dichas y dificultades.

Las ventajas de que los niños compartan durante varios años, no solo su habitación sino también sus pertenencias, son innumerables. No hay duda que cuando deben compartir algunas cosas pueden tener más conflictos entre ellos, pero también tienen más oportunidades para que practiquen lo que significa convivir en armonía con los demás. Es así como aprenden a conciliar discrepancias, a negociar, a ceder, a lograr acuerdos y a comprender la importancia de anteponer el bienestar común sobre la conveniencia individual.

Sin lugar a dudas, tener que convivir y compartir tanto sus espacios como sus cosas es una experiencia ideal para que los niños sepan colaborar, esperar turnos y trabajar en equipo. Así es como ellos se conocen y se enriquecen porque, cuando colaboran unos a otros, fortalecen sus vínculos fraternos además de que ejercitan virtudes tan importantes como la generosidad, la tolerancia, el respeto, la solidaridad... es decir, el amor.