Los Dr. Jekyll y Mr. Hide criollos
¿Que estamos en estupor por culpa del caso de la niña Yuliana Andrea Samboní? Sí. ¿Que lo más doloroso es la sevicia y la brutalidad de todo lo que pasó? Sí. ¿Que nos tiene Indignado el comportamiento de la mal llamada “gente de bien”? Sí. Hasta ahí, todos de acuerdo, pero ¿ya nos detuvimos a pensar que todo es consecuencia de una sociedad enferma, llena de gente que se comporta como si fuera Dr. Jekyll y Mr. Hide?
Para resumir, “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide”, la novela que escribió hace 130 años Robert Louis Stevenson, representa la dicotomía entre el bien y el mal. Se trata de una persona -Dr. Jekyll- capaz de sacar el más atroz instinto criminal, convirtiéndose en Mr. Hide.
Cualquier parecido con muchos colombianos que han dejado macabra huella en la historia es pura coincidencia. En esta tierra estamos llenos de Jekyll y Hide criollos: ese tal Javier Velasco que violó, empaló y asesinó a Rosa Elvira Cely en 2012; ese vejamen llamado Luis Alfredo Garavito con su larga lista de niños abusados y asesinados, y ahora, ese Rafael Uribe Noguera, que presuntamente le arrebató la vida a Yuliana a punta de vejámenes, son los nombres que rápidamente se vienen a la mente de cualquier persona. Tipos que por sus actos trasgredieron toda condición humana: acabaron con la fragilidad de los niños, hicieron de la mujer objeto para calmar sus aberraciones y se aprovecharon de la pobreza para saciar deseos compulsivos reprimidos.
Lo triste del asunto es que esta historia no se acaba en esos que tuvieron relevancia mediática. Por el contrario, en este lindo país miles se muestran como corderos pero por dentro tienen un lobo morboso, aberrado, grotesco y salvaje, capaz de hacer cualquier cosa. Hace cuatro años, a raíz del vil asesinato de Rosa Elvira Cely, escribí: “Niños manoseados y violados en silencio a cambio de confites. Mujeres con los ojos morados, subyugadas por la fuerza bruta de sus sementales. Madres embarazadas por el sexo con odio...”. Grande, ¡Colombia! Nos encanta repetir la historia: 21 niños al día víctimas de abuso, más de 15.000 mujeres abusadas al año, 63 % de ellas niñas entre 10 y 14 años, y las estadísticas siguen sin ser muy buenas que digamos.
Sumo un nuevo párrafo: “Estamos llenos aberrados. Tipos que se muestran tiernos, dandis completos, ideales y soñados, escondiendo un instinto abusador necesario para saciar sus compulsiones. Y si los sumamos a otra calaña, la de los avivatos que creen que somos imbéciles y por eso pueden robar y abusar del poder dándole la vida a la corrupción, estaremos entonces describiendo nuestra triste realidad”. Y no hablemos de los paramilitares y los guerrilleros que esos sí han sabido vernos la cara y pintárnosla de sangre.
¿Justicia? Obvio, es lo mínimo. Justicia expedita y contundente, a ver si la condición humana reflexiona por lo menos un poquito. Lastimosamente, tenemos un sistema judicial débil, al garete de la impunidad, que lleva a que casos como el de Yuliana o Rosa Elvira no pasen de la indignación colectiva. Una vez más, toca decir: llegó el momento de parar con esto y desenmascarar a esos Jekyll antes de que se conviertan en Mr. Hide. ¿Será que sí? Ojalá.
P. S. Como todos los años, haré una pausa en diciembre. Esta columna regresa el 17 de enero de 2017.