Los hombres de Urabá
“Así va la cacería de Otoniel” y “Estas son las cabezas del clan Úsuga”, son apenas dos de los resultados que arrojó Google, cuando por curiosidad puse en el buscador las palabras claves: “hombres de Urabá”. Esta es una de las regiones más estigmatizadas por el narcotráfico en el país, al punto que gobierno y los medios de comunicación emplean el gentilicio ‘urabeño’ para referirse a una temida banda criminal.
Por décadas, el Estado ha mantenido abandonada a esta región y esa dinámica de inequidades, ha sido un caldo de cultivo para el conflicto, pero también para que sus habitantes, muchos de ellos hombres de bien y protagonistas de su desarrollo, sean víctimas de la estigmatización. Algunos, injustamente, están en la cárcel porque cualquier bandido desmovilizado los acusó con mentiras.
La justicia no debe creer que todo aquel que habita Urabá sea un delincuente. Muchos habitantes han sido presionados, amenazados y hasta asesinados. Por ser una región tan rica, los grandes capos pusieron la mirada en ella, pues está bañada por dos mares con estratégicas rutas para embarcar coca. A ello se siguen asociando el desplazamiento y el despojo de tierras.
Es de aplaudir que la Ley de Restitución de Tierras esté aplicándose a aquellos predios cuyos propietarios fueron despojados. Pero que no es justo que en su nombre se cometan arbitrariedades con aquellos empresarios de la región. La justicia no debe tratarlos como delincuentes.
Cuando el Procurador, Alejandro Ordoñez, estuvo hace poco en la región, se fue lanza en ristre contra estas bandas de invasores y ordenó a los inspectores que procedieran. A la Policía, sin embargo, le da temor interceder en ciertos casos, pues teme ser señalada por una Ong o que sean golpeados, ya que en el país hay una notable pérdida de respeto a la autoridad.
Las bacrim cooptaron esta región. No hay hoja que no se mueva sin que esa “empresa”, —como se denominan ellos—, no se entere. En los últimos operativos para dar con el paradero de alias Otoniel, han decomisado toneladas de coca. Y se siguen formando carteles de tierra. Mandan testaferros para que invadan y, con el tiempo, esos pedazos se convierten en grandes fincas. La finca Monteverde y El Trébol, de Adriano Pino, lleva invadida mil hectáreas. Hay quienes ya se han tomado no dos ni tres, sino 34 hectáreas. Ningún juez ha fallado para ordenar la entrega.
Es triste, pues, ver que los llamados “hombres de Urabá” no sean ese puñado de habitantes buenos y honrados, que dieron todo por esa región: Jaime Henriquez Gallo, su hermano Guillermo, Antonio Roldán, Nicolás Echavarría, Guillermo Gaviria. Es más, Aníbal, hijo de este último, demostró voluntad política al destinar del presupuesto de Medellín más de 500 mil millones para el Túnel del Toyo, que ahorrará desde la capital cuatro horas de viaje a Urabá. Muchos son los verdaderos hombres buenos de Urabá.
Fe de erratas: en la pasada columna mencioné que Ernesto Samper me había llamado para ofrecerme un renglón al Senado. El dato fue confundido, pues en realidad fue Álvaro Gómez.