Columnistas

Los ilegales que pararon al país

12 de abril de 2016

Lo del clan Úsuga es bien complicado. Hace dos semanas llenaron de pánico a 36 municipios en ocho departamentos. Los conminaron vía constreñimiento armado a un régimen del terror que develó algo: la desinstitucionalización tan berreca que tenemos y que pone al país a merced de un montón de ilegales que hacen lo que quieren en las zonas donde el Estado no llega o se hace el de las gafas. Y supuestamente estamos a un cacho de la paz.

Bastaron dos días y un montón de mensajes por redes sociales y Whatsapp donde hablaban “muy en serio”, para que estos tipos, otrora época llamados Los Urabeños y hoy autodenominándose Autodefensas Gaitanistas de Colombia para ver si logran reconocimiento como actores del conflicto, demostraran que son amos y señores.

Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, el clan Úsuga podría tener más de 6.000 personas y dominio en 119 municipios. Tiene de todo: sicarios, bandas delincuenciales, microtraficantes, extorsionistas. Pero también muchos que están en la legalidad y que le hacen juego: financiadores, comerciantes y hasta asesores de congresistas, como el muchachito ese, asesor de un congresista, que agarraron con $614 millones, al parecer de esta banda. En fin, una red de personas que crea una dinámica perversa y con toda la capacidad de echar al traste cualquier escenario de posconflicto y sumir de nuevo a Colombia en problemas tan graves como los que ya tiene.

¿Por qué bandas criminales como los Úsuga puede hacer insostenible el potencial escenario de paz? Sencillamente porque a medida que crecen, crean un paraestado con economías ilegales y regímenes de terror, volviendo así a la otrora época en la que las autodefensas tuvieron al país en jaque y cerquita del mate.

No nos digamos mentiras. El Estado ha sido timorato en la lucha contra las bacrim, por más que diga que está arreciando en ella, dejando así en evidencia el desgobierno que hay en materia de seguridad. Es desinflante escuchar al ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, decir que todo estaba en orden y bajo el control de la Fuerza Pública durante los días del paro ilegal armado. Mientras tanto, las ciudades en soledad como un primero de enero, la gente encerrada muerta del miedo, los comercios cerrados, carros quemados en las carreteras, secuestros masivos como el que ocurrió entre Nechí y Caucasia. Y para rematar, más absurdo aún escuchar al Ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, diciendo que el paro armado es un reflejo del desespero que viven las bacrim por el acecho de la Fuerza Pública.

A ver... gobierno... La estrategia de persecución directa para desmantelarlos, cazar a los cabecillas y destruirlos financieramente, ha sido insuficiente. Es como si el Gobierno se limitara a cumplir con la tarea de combatir los pillos, porque toca. Paños de agua tibia. Están ignorando que las bacrim son como la Hidra de Lerna, figura mitológica griega que le cortaban la cabeza y le salían dos.

Los Úsuga, en dos días mostraron el país paralelo, el que se desconoce en la Casa de Nariño. Eso sí es grave. Ese paro ilegal armado me pareció de un nefasto subido para Colombia. Es un temor que les confieso. Tuve la sensación de estar en una nación inviable, que no avanza, no progresa y que está metida en la nebulosa de la paz como un sofisma de distracción. Eso no es sano, me asusta y decepciona. Aquí es cuando uno clama porque la Fuerza Pública combata de verdad a estos tipos y suba la moral de sus efectivos. Que demuestre el talante del que está hecha, porque aquí no debe mandar el hampa sino el Estado.