Columnistas

Los Jóvenes, motor de transformación

16 de mayo de 2021

Los jóvenes han promovido y acelerado cambios profundos a lo largo de la historia. Cuando se congregan alrededor de causas comunes, demuestran el poder que tiene la unidad y el trabajo en equipo. Por eso, estoy convencido que la renovación de los liderazgos debe propiciarse desde las juventudes, que sus inconformidades deben convertirse en propuestas razonadas y en acciones transformadoras, y que los gobiernos, las instituciones y la sociedad, deben darle apertura al protagonismo activo de esas nuevas generaciones que promueven causas valiosísimas, tanto para el desarrollo humano sustentable como para el fortalecimiento de la democracia, la paz y los derechos humanos.

El cuidado medioambiental, la protección de los animales, la inclusión de todas las personas más allá de cualquier diferencia y el acceso equitativo a oportunidades legales de progreso –como el estudio, el trabajo o los emprendimientos– son temas claves de una agenda que vienen liderando de manera especial los jóvenes y a través de la cual avanzaremos hacia una sociedad mucho más justa, no solo para las actuales sino también para las futuras generaciones.

En Colombia, con las recientes manifestaciones ciudadanas a causa de la propuesta de reforma tributaria del gobierno nacional y de otras inconformidades acumuladas en el tiempo, se ha puesto en evidencia una vez más el poder que tienen los jóvenes cuando encuentran causas para movilizarse y aspiran al cambio para todo un país. De acuerdo con el Centro Nacional de Consultoría, los sentimientos que predominan en la juventud frente a la situación actual de Colombia son en un 80 % incertidumbre, frustración, miedo y rabia, mientras que solamente un 14 % siente amor y esperanza.

Mi invitación es a que esas emociones negativas sean una oportunidad para darle un sentido de largo plazo a sus reivindicaciones, reemplazando la violencia por diálogo, las ideologías por pensamiento crítico y los reclamos por propuestas que puedan construirse con empatía, respeto y razonabilidad. La violencia sólo sirve para abrir nuevas heridas y las agendas que no son concertadas desde una conciencia pública, se olvidan con el tiempo. Si el 64 % de los jóvenes, según la misma encuesta, cree que los sentimientos que más le faltan al país son el respeto y la empatía, entonces es el momento de aplicarlos y proyectarlos en las deliberaciones públicas y en el ejercicio ciudadano.

Construir el país que quieren los jóvenes, y con el que yo estoy de acuerdo, requiere poner voluntad de todas las partes, dejar de ver al Estado como enemigo y desincentivar los discursos oportunistas de odio. El país necesita acuerdos para equilibrar las cargas tributarias, para generar empleos a los que también los jóvenes tengan acceso, para universalizar la educación superior gratuita, para reducir la pobreza y para resolver los problemas reales de la gente.

Esas discusiones y esas transformaciones deben darse en los marcos democráticos que permiten los colegios, las universidades, las empresas, el Congreso, los concejos municipales, las asambleas departamentales, las juntas de acción comunal, las plataformas juveniles, los parques públicos y todos los espacios de participación que deben apropiar mucho más los jóvenes, sin descartar las expresiones pacíficas de sus propios colectivos. Los consensos entre el Gobierno, el Congreso y los ciudadanos hay que hacerlos donde está la gente y a través de mecanismos amplios de deliberación y toma efectiva de decisiones.

Pero es muy importante tener en cuenta que el cambio no es sólo un resultado sino una actitud. Si las transformaciones no ocurren de las fachadas hacia adentro en nuestros hogares, seguiremos aspirando a sociedades del futuro con ciudadanos del pasado. Colombia también es el metro cuadrado en el que cada uno es y actúa. Colombia, somos todos