Columnistas

Los jóvenes quieren ser mejores personas

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17 de octubre de 2016

Al haber crecido en una era que se caracteriza por un espectacular apogeo tecnológico y económico, las nuevas generaciones se han formado unas expectativas demasiado altas en lo que a la riqueza y el éxito se refiere. Presionados por la necesidad de triunfar cuanto antes, tienen un desmedido afán por sobresalir profesional y monetariamente que los induce a ser muy competitivos y a evitar a toda costa mostrar que necesitan de alguien o de algo, lo que significa que solo cuentan consigo mismos. Esto ocurre en un momento histórico en que la competencia económica y profesional es feroz, por lo que la inestabilidad los acecha, todo lo cual los llena de incertidumbre, angustia y soledad, precipitándolos en una crisis que no saben definir.

Lo positivo de todo esto es que, aunque los jóvenes son producto de un mundo que gira alrededor de tener más dinero y en el que el éxito se mide en términos de ganar y tener más que los demás, esta crisis también está llevando a muchos a revaluar tales parámetros. Se están rebelando contra el estilo de vida de la sociedad de consumo gracias a lo cual se vive en función de comprar toda suerte de diversiones y comodidades, ideadas para mantenerlos entretenidos, mientras se matan trabajando para seguir comprando. Así, permanecen anestesiados y continúan alimentando el ciclo vital que mantiene la maquinaria consumista andando.

Lo alentador es que la crisis que vive una generación a la que se le tacha de tener muchas ambiciones materiales y pocos afectos, los está despertando del letargo en que los ha mantenido sumidos el materialismo con que crecieron. Parece que su desconcierto, su insatisfacción y su desolador vacío los está llevando a revaluar su vida y prestarles atención a los dictados de su corazón y de su conciencia en un anhelo por convertirse en mejores personas. Ya no quieren hacer capitales más grandes sino contribuciones más significativas y enriquecer su existencia con el capital que tienen en lo más profundo de su alma. Si bien saben que no eligieron su destino, han comprendido que pueden elegir para que viven y orientar así el rumbo que deben tomar.