LOS PSIQUIATRAS NO PUEDEN DETENER A LOS ASESINOS EN MASA
Por RICHARD A. FRIEDMAN
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En los días que han seguido la masacre de Las Vegas, los políticos están promoviendo una vez más la idea políticamente conveniente de que una mejor atención de la salud mental podría detener los asesinatos en masa. Paul D. Ryan, el orador de la Cámara, dijo la semana pasada que “la reforma de salud mental es un ingrediente crítico para asegurarnos de que podemos tratar de evitar que algunas de estas cosas sucedan en el pasado”.
El público parece compartir esta postura. Una encuesta del 2015 encontró que el 65 por ciento de los americanos culpa a la salud mental deficiente en lugar de regulaciones de armas deficientes por estos tiroteos.
Es cierto que muchos asesinos en masa tienen un trastorno mental, típicamente un trastorno de personalidad severo o una enfermedad psicótica. Pero este hecho casi no tiene implicaciones sobre cómo detenerlos.
¿Por qué? Primero, una amplia mayoría de estos asesinos evita el sistema de cuidado de la salud mental. Su meta es asesinar personas, no buscar ayuda, y generalmente no se ven a sí mismos como enfermos psiquiátricos. De los asesinatos en masa registrados entre 1982 y 2017, solo el 15 por ciento de los criminales tuvieron contacto previo conocido con profesionales de la salud mental.
Claramente, cualquier evaluación psiquiátrica y tratamiento que tuvo este pequeño número de criminales no los detuvo de cometer asesinato en masa. Incluso aunque todos estos asesinos hubieran sido vistos por profesionales de la salud mental, aún es muy poco probable que sus crímenes hubieran sido prevenidos, porque como asunto general es muy difícil, si no imposible, predecir quién probablemente se volverá violento.
Stephen Paddock, el pistolero de Las Vegas, es una lección práctica en este respecto. Como afluente aficionado a los juegos de azar, con 64 años sin antecedentes penales, no se parecía mucho al típico asesino en masa, que tiende a ser un joven enojado, lleno de resentimiento y con un historial de arrebatos violentos. Una búsqueda exhaustiva de un motivo dentro de la vida del Sr. Paddock hasta ahora no ha revelado nada. Su hermano, Eric notó que Stephen era “el menos violento en la familia durante mi infancia”. No tengo dudas de que si Stephen Paddock hubiera visto a un psiquiatra, no habría suscitado sospechas de peligrosidad.
Para ponerlo de otra manera, la mayoría de los asesinos en masa son hombre blancos, enojados, paranoicos dueños de armas, pero también es un hecho que casi todos los hombres con estas mismas características nunca cometerán un crimen. Además, los enfermos mentales contribuyen muy poco a la violencia en general en este país.
La perturbadora realidad es que una amplia mayoría de los homicidios es cometida por personas sanas atrapadas en las emociones cotidianas usando armas de fuego. Eso es exactamente lo que muchos políticos no quieren que el país piense.
Sin embargo, si no podemos predecir la agresión humana, hay mucho que podemos hacer para modificar o contener su expresión. Por ejemplo, considere el éxito de usar barreras físicas simples para prevenir el suicidio. Un metanálisis en el 2015 demostró que la instalación de grandes redes de seguridad debajo de los “puntos calientes” del suicidio como el Puente Golden Gate de San Francisco fue altamente efectivo para reducir el riesgo de suicidio. Curiosamente, en la mayoría de los casos no hubo aumento de suicidio al saltar desde otros puntos calientes. En otras palabras, quitar un medio de autolesión no dio como resultado la sustitución de uno alternativo.
Lo mismo parece ser cierto para el homicidio. Países que limitan el acceso a las armas mortales tienen una fracción de la tasa de homicidio con armas de fuego de los Estados Unidos. Australia, por ejemplo, restringió severamente el acceso a las armas después de un asesinato masivo en 1996, y la tasa de homicidio con pistolas bajó a la mitad y se quedó ahí.
Los países que tienen un control de armas razonable, por ejemplo, no tienen una epidemia compensatoria de ataques letales con cuchillas.
Así que dejemos de pretender que podemos detectar los asesinos por adelantado. Los podemos privar -y a todos los demás- de las armas mortales de las cuales requieren para convertir sus impulsos en matanza.