Columnistas

Los retenes ordeñadores

16 de noviembre de 2015

“Los retenes de la Policía en las carreteras tienen tarifa”. Esa fue la reciente denuncia del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal en su columna “Algo grave pasa”, publicada en el diario ADN del 9 de noviembre. El artículo también fue reproducido en El Jodario, su muy leída columna virtual.

El escritor se refiere a los retenes que la Policía de Carreteras realiza donde hay un mayor flujo vehicular. En ellos, varios agentes han montado un jugoso negocio al que bien se le podría adjetivar el ordeñador. A través de las redes sociales, muchos ciudadanos han dejado el miedo de lado y vienen denunciando esos puntos viales en donde se ubican a lo largo del territorio nacional. Parece ser un negocio muy organizado.

Ya en este diario he publicado varias columnas al respecto: “Un crimen imposible de callar” y “¿Qué pasa con la Policía?”, han sido dos de ellas. La primera la publiqué el 16 de septiembre de 2012. Quiere decir que hace más de tres años vengo denunciando lo que está sucediendo con la Policía de Carreteras. En esa ocasión narré un encuentro que tuve tiempo antes con el que en ese entonces era el director de esa dependencia y quien ahora es Director Nacional, el general Rodolfo Palomino.

En nuestra charla le manifesté mi preocupación por los casos de corrupción que conocía en las carreteras, pero Palomino se limitó a responderme que tenía esa misma preocupación y que se lo había manifestado a su general, Óscar Naranjo. Hoy se podría decir que nada se ha hecho al respecto. Por el contrario, han aumentado los casos, siendo la Policía de Carreteras el foco de corrupción más grande de esa institución.

En la vía de Medellín a Pereira los conductores pueden encontrar hasta 12 retenes. En trayectos cortos, de 15 kilómetros, es posible toparse con dos “pares” en los que los agentes piden documentos para expurgar fallas de acuerdo con la Resolución 003027 de julio 23 de 2010, en la que el Ministerio de Transporte describió 126 maneras de violar la ley al viajar por carretera.

En algunos casos se esconden con cámara en mano para medir la velocidad. Luego, para sacarle plata al conductor, le hacen creer que estaba excediendo la velocidad. En la salida de Bolombolo, por ejemplo, hay agentes que en altas horas de la noche buscan pillar a los vehículos que vienen de Urabá o del Chocó cargados de madera.

Sin dejar de reconocer la honestidad y el sentido de pertenencia de miles de policías, hay que decir que por algunos pocos la institución presenta una situación preocupante de corrupción. Esos pocos son quienes fomentan la desconfianza de los colombianos en la Fuerza Pública, que según las últimas encuestas viene aumentando. Su falta de contención ética para no dejarse atraer por las manzanas prohibidas, más los abusos de los conductores, son caldo de cultivo para la corrupción.

Sí, hemos conocido noticias sobre cargamentos de cocaína que han sido decomisados por policías honestos, pero son casos aislados. La Policía Nacional está en mora de implementar un plan de acción en ese sentido, para que esos “retenes ordeñadores” sean puestos en cintura.