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MADELEINE ALBRIGHT: MI MOMENTO ANTI-DIPLOMÁTICO

15 de febrero de 2016

He pasado gran parte de mi carrera como diplomática. Es una ocupación en la cual las palabras y el contexto importan mucho. Así que uno podría asumir que tengo suficiente conocimiento como para no decirle a una multitud de mujeres que se vayan al infierno.

Pero el sábado pasado, en medio de la emoción durante un evento de campaña para Hillary Clinton en New Hampshire, eso es esencialmente lo que hice, cuando dije una frase que he dicho mil veces ante aplausos, cabezas que asienten y risas. “Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no se ayudan unas a otras”. Es una frase que utilicé por primera vez hace casi 25 años, cuando era la embajadora de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas y trabajaba de cerca con otras seis embajadoras de la ONU. Pero esta vez, para mi sorpresa, se fue viral.

Creo absolutamente en lo que dije, que las mujeres tienen que ayudarse unas a otras, pero este fue el contexto equivocado y el momento equivocado para usar esa frase. No era mi intención sugerir que las mujeres deben apoyar a un candidato específico basado exclusivamente en su género. Pero entiendo que di la impresión de que condeno a quienes no están de acuerdo con mis preferencias políticas.

Sin embargo, sí quiero explicar por qué creo tan firmemente, incluso hoy, que las mujeres tienen la obligación de ayudarse unas a otras. En una sociedad donde las mujeres con frecuencia se sienten presionadas para derrotarse, nuestra gracia salvadora yace en nuestra voluntad por levantarnos unas a otras. Siento que es importante hablar a las mujeres que están llegando a la mayoría de edad en un tiempo cuando una mujer que es candidata presidencial viable, lo que en un entonces era inconcebible, es una realidad.

He estado por fuera de un cargo público por una década y media. He dedicado gran parte de mi vida desde entonces a la enseñanza, a escribir y a ayudar a que las mujeres jóvenes enfrenten menos obstáculos que las de mi generación. Cuando hablo a grupos de mujeres de todas las edades, me impacta que a pesar de todo lo que ha cambiado, aún me preguntan las mismas cosas: “Cómo hace para mantener el equilibrio entre el trabajo y la vida personal? Qué puedo hacer para tener éxito en una profesión masculina? ¿Qué consejo debo darle a mi hija?”

Cuando respondo a estas preguntas inevitablemente reflexiono sobre las dificultades que enfrentó mi generación. Comparto estas historias no para quejarme de lo dura que ha sido mi vida. Ha resultado bastante bien. Lo que me preocupa es que si no ponemos especial atención a esta historia, los logros que hemos luchado tanto por conseguir podrían perderse, y podríamos dar pasos hacia atrás. No tengo una fórmula mágica para cómo cada mujer debe vivir su vida, pero sí sé que tenemos que darnos una mano unas a otras.

La batalla por la igualdad de género aún está siendo luchada, y será más fácil si tenemos una mujer que da prioridad a estos asuntos en la Oficina Oval y si el equilibrio de géneros entre oficiales elegidos refleja el de nuestro país. Cuando las mujeres se sienten fortalecidas para tomar decisiones, la sociedad se beneficia.

A pesar de décadas de progreso, las mujeres aún ganan menos dinero que los hombres por trabajo equivalente. La licencia familiar pagada sigue siendo un sueño esquivo. El abuso sexual contra las mujeres sigue siendo una plaga para nuestras comunidades. Y muchos políticos aún actúan como si la mayor amenaza a la seguridad nacional fuera Planned Parenthood.

Yo alegaría que por lo que está en juego, este es precisamente el momento para tener una conversación sobre cómo preservar lo que han logrado las mujeres, incluyendo el derecho a tomar nuestras propias decisiones, y cómo seguir hacia adelante juntos. Yo daría la bienvenida a un diálogo informado que traspasa las generaciones. Tenemos mucho que aprender unos de otros.

La esperanza que tengo es que las mujeres jóvenes como mis dos nietas, las que han vivido en un mundo en el que Roe vs. Wade es la ley de la tierra, las que han practicado deportes en el colegio gracias al Título IX y que nunca han tenido que marcar ‘casada’ o ‘soltera’ en una solicitud de empleo, construirán con base en el progreso que hemos logrado. Pero eso sucederá solo si las mujeres se ayudan unas a otras. Y para quienes hagan eso, siempre habrá un lugar de honor.