maduro y su guardia humillan y bravean
La mayor indignación de los últimos años, como latinoamericano y como bolivariano, la sentí cuando el presidente Nicolás Maduro ordenó expulsar a los colombianos indocumentados que llevaban años de vivir en Venezuela.
Cuando les dio vía libre a su Guardia Nacional y sus buldóceres para que aplastaran las casas y sacaran a empellones a nuestros compatriotas. Luego cerró la frontera y partió la historia de familias y comunidades enteras.
Un verdadero bolivariano, inspirado por el espíritu de unidad de nuestros pueblos que cultivó y defendió Simón Bolívar, jamás habría cometido esas tropelías. Hubiera tenido el tacto y el respeto de un estadista decente y patriota para pedirle a aquella gente que le desocupara el que él cree su país y que gobierna con un populismo tan cerrero como peligroso.
Pero los agravios no pararon ahí. Mes a mes, y ya casi que semana a semana, la Guardia Nacional de Venezuela incursiona en territorio colombiano. Quema motos y ranchos. Detiene a nuestros compatriotas, se los lleva al otro lado. Decomisa sus canoas, sus motores. Sus aviones de combate se dan paseítos por el cielo de este territorio. Se vapulea a las comunidades fronterizas nuestras.
El Gobierno colombiano apenas expide unos comunicados timoratos, miedosos, de eufemismos vergonzosos. Y la izquierda colombiana -en todas sus formas de lucha-, tan emparentada con el heredero de Hugo Chávez, no dice una palabra. No se hincha de nacionalismo contra las agresiones de otro Estado.
Hace un par de meses me vi con un compañero del colegio que era brillante y hoy es un destacado profesional. Trabaja en la frontera, por los lados de Arauca. Me sacó su “pasaporte” para poder laborar y hacer empresa: un papelito firmado por uno de los jefes del Eln en la región. Con el “escudo eleno” y respaldado con una vacuna de cientos de millones de pesos.
Lo más sorprendente es que para recibir el paz y salvo tuvo que cruzar la frontera a un pueblito venezolano “donde cantidad de gente andaba de camuflado y donde la guerrilla colombiana se mueve como en su casa”.
Entiende uno por qué las Farc y el Eln, y sus áulicos, no dijeron ni escribieron una línea ayer cuando corretearon a nuestros paisanos y los sacaron como a perros, ni hoy cuando la Guardia Nacional veneca se envalentona y se mete a los caseríos a patear baldes y bultos y jornaleros.
Ya es hora de que nuestras autoridades tengan la firmeza, respetuosa pero clara, para decirle al presidente Nicolás Maduro que frene tantas agresiones y humillaciones.