Magos, elecciones y engaños
La magia en las elecciones: todos quieren encantar y llenar de ilusiones a la gente, y la gente se deja. Espectáculo tras espectáculo, advertencias van y vienen, y la gente sigue llegando a que los encantadores, timadores y farsantes los deleiten.
Todos y todas están detrás de algo: territorios y comunidades partidos y quebrados; necesidades nunca satisfechas y huecos presupuestales en casi todos los lados. Ser elegido es ganarse problemas; los magos deben buscar otra cosa. La mayoría de los que compiten por ser ungidos buscan un botín, el suyo.
Estamos en pleno despliegue de la fauna política del país: demostración de fuerza y actuación, más que de conocimiento y representación. Todos hablan de lo público y del servicio, pero la mayoría está en búsqueda de lo suyo y la dominación. Merodean, nuevos y viejos, alrededor de algo que todos llaman Estado.
Ese Estado es mítico; pocos se lo imaginan y menos lo harán funcionar. Es un fetiche que con clichés agitan y engatusan. Todos y todas buscan su trofeo en el Estado, un pedacito que buscan capturar, sitiar y explotar.
Todos y todas hablan en nombre de todos y todas. La colectividad se extiende ilusamente: se vulgarizan la comunión y la conciencia colectiva. En esta fase inicial (comunicativa y expansiva), que busca asegurar avales, apoyos, sustentos y respaldos, las diferencias se relativizan. Todos y todas están incluidos; ni las moralidades nos separan. Los discursos no están desarrollados, solo hay caras, plumajes, aromas, ladridos y bailes. Todo cabe y todo entra en los ropajes y la indumentaria de los magos y las magas que prometen una gran ilusión.
Como la magia, buena parte de la política colombiana es fantasía y distracción. A estas alturas de la función, los engaños de percepción, las impresiones y las trampas están extendidos. Magos y magas verdes, azules, rojos, amarillos y multicolores conocen el repertorio y se disponen a encantar. Si mediante la magia, la oratoria y las ilusiones no lo consiguen, siempre les queda la fuerza, incluyendo los sobornos, la coerción y la violencia. Muchos lo lograrán a cualquier precio; otros morirán en el intento. El arsenal está dispuesto; estas elecciones, como las pasadas (todas), estarán marcadas por plata, maña y sangre.
El desfile de los futuros ediles, diputados, concejales, alcaldes y gobernadores inició. Detrás pavonean los grandes, los intermediarios, los financiadores, los mánager, los empresarios y los intocables. Todos están jugados; buscan controlar durante un rato (más o menos largo) la manera como se distribuyen los recursos, los privilegios, los derechos y el poder disciplinante que acumula eso que llamamos Estado. Su botín, el de ellos y ellas, está ahí, en algún lado. Inició la carrera por la captación, cooptación y saqueo de lo público. Todos dispuestos, todos listos, todos con ganas, quieren sus votos.
Punto aparte ameritan unos cuantos hombres y mujeres que creen en lo público y en el servicio. Conozco a algunos, pero son pocos. Y a esos pocos que conozco, cuando los escucho hablar de lo que hacen para conseguir los voticos, los desconozco. También ellos acuden a la magia y a los trucos, esos que supuestamente hay que hacer para salir victorioso del certamen.
Los magos nunca me gustaron; me interesaba más saber cómo defraudaban. En estas elecciones, desenmascaremos a los hechiceros y tunantes que buscan desaparecer el poquito Estado que nos queda.