Columnistas

MALDITA SEA

10 de abril de 2016

“Vamos a celebrar la estupidez humana, la estupidez de todas las naciones... Celebremos nuestra desunión... Vamos a celebrar el hambre y no tener a quién oír y nadie a quién amar, seguir alimentando las maldades. Vamos a aplastar un corazón...”.

Perfección–de Renato Ruso interpretada por Attaque 77.

Un viernes cualquiera salía tarde del trabajo con un cielo que amenazaba con caerse en medio de una tempestad tipo monzón. Iniciaba una de esas noches pasadas por agua y se anunciaba un frío inmortal. Latía la melancolía de las luces reflejadas en las gotas, el afán y el caos de una ciudad que quiere resguardarse en su mayoría aunque algunas almas atrevidas no dejarían pasar la noche de fiesta en blanco y otras saldrían a trabajar por obligación. El olor a lluvia y los pitos invadían.

No había almorzado y paré en un restaurante de comidas rápidas para llevar algo a casa. Entusiasmado estaba ante la perspectiva de comer en medio de las cobijas y ojalá viendo una buena película. Con pequeños saltos y cortos piques entré al sitio esquivando charcos y chorros. Justo en la puerta había dos mujeres, vendedoras de dulces y cigarros, con sus cajitas llenas de producto apoyadas en sus pancitas sostenidas de sus hombros por un par de cuerdas. Las cabezas juntas, parecían hablar en secreto. Contaban cuidadosamente unas monedas. El agua les goteaba. Entraron detrás de mi. Algunas personas voltearon con curiosidad, intuí un reparo en sus caras. Se acercaron a la caja registradora y pidieron atrevidamente dos helados. Fueron atendidas con recelo y malagana. Con dignidad atacaron la indiferencia que les lanzaban.

Cuando salí las vi sentaditas, muy juntas otra vez, en un muro, escampándose bajo un balcón. Saboreaban con todo gusto el helado y tenían la mirada perdida en la vida de ciudad que pasaba frente a ellas. Conversaban sin mirarse. Les aguardaba una noche de trabajo, de caminar incansablemente, de dedos arrugados, de frío en los huesos, de pies húmedos y entumecidos, para recoger unos pesos en la zona rosa de la ciudad. Una vida de pura subsistencia.

Yo me fui para mi casa con medio pollo y unas papas a la francesa debajo del brazo que las comí bañadas en amargura y desazón. Difícilmente me bajaron por el gaznate debido al nudo que me dejó la escena que ví.

Maldita sea esta sociedad sin oportunidades para todos, maldita sea esta sociedad inequitativa, maldita sea esta sociedad cuando defiende privilegios, maldita sea esta sociedad cuando discrimina, maldita sea esta sociedad cuando estigmatiza, malditos sean los políticos que roban impunemente, malditos sean los que dejan que otros roben impunemente y se hacen los desentendidos, maldita sea que no nos pongamos de acuerdo para dejar de darnos bala, maldita sea la indiferencia que nos aleja del dolor de los otros, maldita sea esta improvisación constante. Cuándo será que entendemos que esto lo tenemos que cambiar entre todos y que todos tenemos que caber en este proyecto de nación, a ver si somos capaces de vivir como seres humanos dignos y en paz.