“MANTÉNGANSE DESPIERTOS Y VIGILANTES”
Comienza hoy en la liturgia de la Iglesia Católica el tiempo del Adviento (venida, llegada, advenimiento). La petición del Padrenuestro en la que decimos “venga a nosotros tu reino” es la propia de este tiempo durante el cual nos preparamos para celebrar la Navidad, y en el que se nos invita a la conversión, a la esperanza y a la vigilancia.
La manifestación del Reino de Dios en nuestro Señor Jesucristo desde su encarnación y su nacimiento como Dios hecho hombre, no es solo un acontecimiento que sucedió hace veinte siglos. Él sigue llegando y manifestándose a cada persona que esté dispuesta de verdad a recibirlo, y se hace presente para alimentarnos con su propia vida en la Eucaristía. Cada vez que celebramos este “sacramento de nuestra fe”, repetimos la misma invocación con que los primeros cristianos expresaban la esperanza en su venida gloriosa: “¡Ven, Señor Jesús!” De modo similar, en la tradicional novena de Navidad que pronto volverá a resonar una vez más con sus gozos y villancicos, le diremos: “¡Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto!”.
“Manténganse ustedes despiertos y vigilantes”, nos dice Jesús en el Evangelio (Marcos 13, 33-37), como conclusión de la parábola de los servidores que aguardan la llegada del dueño de la casa en cualquier momento. Como servidores del Señor somos invitados especialmente en este tiempo del Adviento a mantenernos atentos a su llegada. Tres veces aparece en este texto la invitación a que estemos vigilantes. Y la invitación es no solo para unos cuantos, sino para todos: “Lo que les digo a ustedes lo digo a todos”,
¿Cómo mantenernos despiertos y vigilantes? Precisamente uniendo nuestra actitud sincera de conversión a la renovación de nuestra esperanza activa en la manifestación plena del Reino de Dios inaugurado por nuestro Señor Jesucristo. Porque la auténtica virtud de la esperanza no es una espera pasiva en que Dios solucionará nuestros problemas sin poner nosotros de nuestra parte, sino todo lo contrario: una disposición activa a preparar el advenimiento del Reino de Dios, haciendo posibles las condiciones que nos corresponde a nosotros desarrollar para que ese reino de la justicia, del amor y de la paz sea una realidad en nuestra vida y en nuestro entorno social.