Columnistas

Matilde Kuminsky y Ernesto Sábato

29 de abril de 2019

Cuando Matilde Kusminsky murió, Ernesto Sábato no quiso ir a su entierro. Matilde y Ernesto habían vivido juntos durante 60 años. Su historia es uno de esos amores intensos, profundos, inquebrantables en la que unión hace de los dos un todo, y como el mismo escritor llegase a expresar varias veces, sin Matilde no hubiera sido lo que fue. Como a tantos escritores la autocrítica y la duda no lo dejaban de atormentar. Sábato pensó más de una vez en echar al fuego grandes partes de su obra. Matilde guardó sus manuscritos y gracias a ese acto de fe y amor existe el trabajo de uno de los grandes pensadores de América Latina.

Matilde y Ernesto se conocieron en 1930 cuando ambos frecuentaban reuniones comunistas y anarquistas siendo apenas unos adolescentes. La carrera comunista de Ernesto Sábato fue mucho más seria y llegó a ser secretario de la Juventud del Partido. Para ello había abandonado su familia, sus amigos y había adoptado un nombre falso. Lo enviaron entonces a París a un proceso de “purificación”. Ya Sábato tenía dudas sobre el comunismo, pero fue camino a Moscú cuando terminó de ver con claridad las trampas estalinistas. Escapó, aunque su escapatoria estuvo cerca de costarle la vida, pero además esa renuncia al comunismo hizo que muchos autores del boom lo tacharan de traidor y lo alejaran de esa parte del mundo intelectual. Durante el resto de su vida tanto él como Matilde fueron voces en contra de las atrocidades de las dictaduras.

De regreso en Argentina Sábato terminó la carrera de física y es allí cuando empieza el amor intenso con Matilde. Ella tenía 17 años cuando se fueron a vivir juntos a París, lo que causó un gran escándalo en su familia. En París, junto al grupo de los surrealistas Sábato tuvo el segundo gran golpe existencial de su vida: reconocer que quería dedicarse no a la ciencia, sino a la literatura. De nuevo en Argentina se dedicó a una carrera que lo llevó a escribir ensayos y novelas cuyo propósito era escudriñar en los rincones más profundos del alma humana. El túnel, Sobre héroes y tumbas, Antes del fin, son quizás sus obras más conocidas.

En una época en la que la carrera de la mujer estaba siempre marcada por el principio de seguir a un hombre, Matilde, a pesar de ser más privada, no dejó nunca de compartir las inquietudes filosóficas de su esposo. Nunca quiso publicar su obra, pero también escribió relatos y poemas, algunos que accedió a publicar poco antes de morir. Ernesto y Matilde tuvieron dos hijos, Jorge quien murió en un accidente de tránsito en 1995 y Mario que es cineasta, aunque algunas de sus obras las ha hecho bajo el seudónimo Adrián Quiroga.

Los últimos años de Matilde estuvieron marcados por la pena de una enfermedad degenerativa. Ernesto no se movió de su lado. Vivían en las afueras de Buenos Aires una vida privada y tranquila, y decidieron a pesar de los años bendecir su unión formalizando su matrimonio. Maltilde cultivaba flores en su casa, las mismas que llevaba en las manos mientras fue velada. Antes de morir le dedicó a su esposo un poema que terminaba “Quién de los dos quedará en el vacío de las sombras, sin el latente custodio de su cuerpo. Quién sufrirá la alejada presencia llenando el vacío de los cuartos”.