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Me la juego por la Paz

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04 de diciembre de 2015

El Presidente de los colombianos no es el Santos de mi devoción. Tengo reparos con algunas de sus políticas. Pero en el asunto puntual de la paz lo reconozco como líder natural y, poniendo en balanza las preocupaciones expresadas por los medios de opinión, estoy a su lado en la cruzada por el sueño que hasta ahora no hemos aprendido a tejer.

Entiendo las voces temerosas de que haya entre bambalinas una intención radical. Sin embargo, refiriéndome en particular a una foto publicada en las redes sociales, hago una observación que tiene que ver con mi propia historia. Se publicó, como evidencia del peligro de un giro a la izquierda en la política nacional, una foto en la que aparece el Presidente -muy joven- al lado de Fidel Castro. En un momento coyuntural y de distinta percepción de los grupos insurgentes, con mi amigo Mario Piedrahita, en un dueto que tuvo resonancia nacional en los años 70 -Tal y Cual-, y que algunos recordarán con una canción que decía: “Corbata grande, de nudo grande, encima de un pequeño corazón”, hicimos una apología a dos guerrilleros del ELN que habían sido abatidos en Anorí en 1973, Manuel y Antonio Vásquez. Nuestras preocupaciones giraban en ese momento al hilo de la urgencia de cambios sociales, el compromiso con el campo, la clase obrera y los sistemas de humillación en los que se habían convertido los centros carcelarios. ¿Por haber tenido en un momento coyuntural esta experiencia, sería válido afirmar que soy comunista? Concluyo que las interpretaciones no pueden darse fuera de contexto.

Entiendo, también, la preocupación por el mecanismo para refrendar el acuerdo, que se reduciría a marcar un sí o un no. Pero ese ejercicio estará precedido de un tramo de pedagogía, durante el cual todos los sectores tendrán oportunidad de registrar reparos y análisis. Es complejo encontrar el instrumento adecuado para someter a votación popular tan extenso documento. Los peros de los contradictores, más que a la herramienta misma, apuntan a truncar el rumbo inminente del acuerdo de paz. La discusión por el umbral no tiene sentido, pues, bajo o alto, el sí y el no tendrían las mismas oportunidades de éxito.

No temo a la participación de facto en responsabilidades políticas de quienes han hecho parte de este proceso desde la insurgencia. Por el contrario, es una ganancia de distintas perspectivas dentro del debate que pueda darse, tanto en el Congreso como en las demás corporaciones públicas. Quienes se han incorporado a la vida democrática, le han dado diversidad a las discusiones de los problemas más álgidos del país. Se hizo inicialmente con el M19, como medida de excepción. Posteriormente se han tenido que ganar los escaños y los cargos públicos con votos. No olvidemos que se trata de una negociación y no de una rendición, y que en toda negociación habrá que ceder, de lado y lado.

No hay propuesta alguna ajena a ser blanco de contradictores desde varios flancos. Una vez comunicada, se transforma en nudo de anzuelos. Como en el fútbol, desde la barrera todos fungimos de especialistas, pero resultamos perpetuando la Torre de Babel, sin encontrar espacios de encuentro y sensato debate. Por eso la complejidad para quien, sintiéndose en la obligación de ser el líder de una cruzada de estas dimensiones, y siendo el blanco de todas las interpretaciones, busca soluciones asertivas para disminuir las presiones externas sin perder el objetivo principal. En medio de tantos claroscuros y cortapisas, me la juego por la Paz.