Columnistas

MENTE, CREENCIAS Y DESTINO

22 de enero de 2016

Pareciera que en las semanas de transición de año, el mundo disminuyera su velocidad y los ritmos de las actividades comunes descendieran considerablemente. Al norte y al sur de los trópicos, el invierno y el verano afectan todas las actividades laborales, y en la zona ecuatorial las circunstancias invitan a viajar, divertirse y descansar. Para los amigos de los libros, el ambiente se hace más propicio para la reflexión y para la lectura de obras que puedan parecer extrañas, o al menos no comunes dentro de la especialidad profesional.

En esta ocasión seleccioné el libro “La Biología de la creencia” de Bruce H. Lipton, controvertido biólogo molecular estadounidense, precursor de la epigenética, a la vez que inspirador y defensor de las teorías del entorno y la cooperación como motores de la vida y la evolución, en contraposición de las proposiciones del mundo físico de Newton y las apreciaciones de Darwin sobre la genética y la violencia como núcleo de la vida. Según Lipton, son nuestras creencias y el entorno las que controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y, por tanto, nuestras vidas.

Para Lipton las creencias positivas y negativas vigilan nuestra biología y nuestro destino. Para explicar ello, usa una de las muchas frases de Mahatma Gandhi: “Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus actos, tus actos se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores y tus valores se convierten en tu destino”.

Al leer que la mente subconsciente puede tener más poder que la consciente, pensé en el subconsciente colectivo de nuestra sociedad, acostumbrado a décadas de violencia e insolidaridad. La preocupación es el riesgo que esta mentalidad neurológicamente enferma, pueda confrontar la acción consciente del diálogo como mecanismo idóneo y llegar a ser un obstáculo insalvable en la construcción de un destino meritorio.

Sobre este aspecto, Lipton ejemplariza:

En la película Shine, basada en una historia real, el pianista David Helfgott se marcha a Londres a estudiar música en contra de los deseos de su padre. El padre, superviviente del Holocausto, había programado el subconsciente de su hijo con la creencia de que el mundo era un lugar traicionero y que si se destacaba en alguna forma, podría poner su vida en peligro. Por ello, solo estaría a salvo si se quedaba cerca de la familia. Sin embargo, Helfgott aspiraba a ser uno de los mejores pianistas del mundo y necesitaba alejarse de su padre para cumplir su sueño. En Londres, Helfgott interpretó un difícil concierto de Rachmaninov. La películ a muestra el conflicto entre su mente consciente, que desea el éxito, y su subconsciente de miedo. La mente de Helfgott lucha por mantener el control, mientras su mente subconsciente trata de tomar las riendas de su cuerpo. El pianista se obliga de forma consciente a mantener el control durante el concierto hasta que toca la última nota. Después se desmaya, exhausto tras la enorme pérdida de energía que ha consumido en la batalla contra su programación subconsciente. Al final, paga un alto precio por esa victoria. Cuando recupera el sentido, se ha vuelto loco.

Ojalá el subconsciente colectivo no nos lleve a la locura, como resultado de la búsqueda de un mejor destino. Tampoco se puede desistir, pues son los miedos el mayor obstáculo para el crecimiento y los instintos se pueden dominar con el aprendizaje.

El futuro no es la muerte sino la evolución.