Columnistas

MI CARCELERO

10 de agosto de 2015

Esa noche escuché los pasos presurosos de los guerrilleros que revoloteaban de aquí para allá. Intrigado, me levanté y le pregunté al guardia qué ocurría. –Nada, respondió con indiferencia. Momentos después apareció “Merejo” llorando: “Don Óscar, se me está muriendo Alejandra, se está desangrando y no le he podido contener la hemorragia”. -Se me vienen a la mente este y otros recuerdos de uno de los 17 comandantes que tuve durante mi secuestro por las Farc-, quien fuera capturado la semana pasada en el municipio de Bello: “Merejo”, en quien pude sentir calor humano.

En el desespero de “Merejo”, me puse a consultar un vademécum que tenía. Era yo prácticamente el médico de la comisión guerrillera. Lo repasé tantas veces que llegué a recetarle, con gran confianza, misoprostol, debido a que tenía una retención parcial de la placenta. Yo sabía que, de no contar con esta droga oportunamente, podría morir; por fortuna alcanzaron a sacarla. Yo les hacía una lista de medicamentos que no podían faltar en el botiquín de la comisión de guerrilleros que me cuidaban. Luego, “Merejo” se me acercó a darme un abrazo porque le salvé la vida a Alejandra, la camarada, a quien le decían la “Flaca”: era una hermosa guerrillera, alta, por lo menos de 23 años, y que, creo, aún permanece en las filas de la guerrilla.

Allá en la selva es muy difícil distinguir un día de Navidad o el paso de un año al otro, porque nada marca la diferencia.

Aun así, recuerdo aquella tarde de un 24 de diciembre que, Alejandra, por orden de “Merejo”, tomó un chamizo y lo cubrió con algodón, le puso bolitas rojas y amarillas que cogió de un árbol de la selva y le colgó las cartas que me había enviado mi familia (lo cual estaba totalmente prohibido). Este fue un regalo conmovedor. Distinguía las fechas por el radio que nos entregaban. Alcancé a pasar 10 diciembres sin mi familia. Fue para fines del año 2003, el único instante en que pude sentir el aroma de Navidad, mientras Alejandra, con “Merejo”, hacían natilla y buñuelos con los guerrilleros. Cuando el reloj iba a tocar las 12, encendieron un muñeco de trapo.

Durante los casi nueve años de mi cautiverio, los momentos en que estuvo “Merejo” fueron de un gran alivio para mí; pero duraron poco, porque fue trasladado. Luego volvió mi viacrucis, ya que el resto de los 16 comandantes que tuve fueron crueles, y algunos despiadados. También recuerdo, y siempre he contado, sobre el trato discriminatorio que daban las Farc a las mujeres, a quienes, incluso, obligaban a abortar. Además, ahora me viene a la memoria que “Isaías Trujillo”, comandante del estado mayor –hoy en La Habana–, un histórico de las Farc que combatió con “Tirofijo”, tiene hijas, nietos y yernos en las filas.

De “Merejo” recuerdo cuando me preguntó tímidamente quién es referendo: era el tema que se hablaba todos los días, era parte de la agenda del presidente Uribe. Y “Merejo” agregó: –don Óscar, es que como lo mencionan tanto por radio... ¿es un señor, o qué? Esa conversación me llevó a reflexionar sobre la ignorancia de muchos de los hombres de las Farc. El día que “Merejo” me anunció su partida, me causó mucha tristeza; lo abrace y le agradecí todo lo que había hecho por mí, le regalé a mi carcelero la única posesión de valor que conservaba, mi reloj.