Columnistas

MIREN LO QUE HICIERON

11 de diciembre de 2017

El escándalo de Odebrecht y ahora nuevamente con la alimentación escolar debería ser la tumba definitiva para la famosa frase: “Que roben pero que hagan” usada para justificar a los políticos corruptos que nos gobiernan. Porque Odebrecht y sus socios-políticos robaban pero hacían y ya vemos las consecuencias de este proceder: un país depredado a la más alta escala. El gobernador de Santander en respuesta a la captura de su secretaria de Educación por los sobrecostos en la alimentación escolar viene ahora a decir que a él le consta que los alimentos se entregaban a los niños. Definitivamente la frase de marras es una claudicación frente al pillo, una puerta abierta al asalto. Ahí está reflejado lo que pasa cuando una sociedad es permisiva frente al desfalco al erario con la excusa de que se hacen algunas obras o se prestan unos servicios. Pareciera ser una visión pragmática del asunto, pero es una afrenta a los valores que debemos tener como sociedad.

Si permitimos robos al fisco, por mínimos que se perciban, pues ya no hay quién nos ataje, como ha sucedido. Las pequeñas transgresiones suelen ir in crescendo hasta convertirse en millonarios saqueos como los vemos. El apetito es insaciable. Estudios serios en corrupción lo han corroborado: El corrupto se va autojustificando y aprende a no verle problema a su crimen, a que no lo atormente, a que la culpa desaparezca y el “que roben pero que hagan” los va exculpando socialmente y continuarán así en su proceder. Vaca ladrona no olvida el portillo.

En la cabeza del corrupto el objetivo principal es saquear el Estado, no administrar. Hacer algunas obras es instrumental a sus propósitos porque a través de ellas es que roban la plata. Por eso muchas veces reconocidos corruptos hablan con grandilocuencia acerca de sus ejecuciones, o de la supuesta visión que tienen con mega-obras, o dicen que sueñan con una sociedad grande.

Lo más perturbador es que detrás de los robos estamos viendo un poco de todo el andamiaje de una sociedad sometida, de una institucionalidad al servicio de los bandidos. Sabemos que lo que está pasando con los exmagistrados de la Corte Suprema de Justicia es solo una pequeña muestra. Muchos organismos de control locales también están al servicio de los pillos, no solo para exculpar criminales sino para perseguir a los que se atreven a desafiarlos, ya sea en la aventura política o desde la sociedad civil.

Cada robo es una oportunidad perdida. Y por esta simple razón una persona que le meta mano a los dineros públicos es un delincuente de la peor condición. Pero si a eso le agregamos la instrumentalización criminal de la institucionalidad, estamos ante un daño incalculable.

Para no perder la esperanza también es necesario decir que hay personas en diversas instancias públicas que tratan de hacer de este un país mejor. Injusto calificar a todo funcionario con el mismo rasero. Hay verdaderos héroes luchando por un país diferente. A esos hay que protegerlos y apoyarlos y la mejor forma sería eligiendo líderes políticos probos. Pero bueno, eso lo sabemos todos y seguimos en las mismas.