Mujeres pacatas, ¿y qué?
Está encendida la discusión sobre la penalización de la dosis mínima de sustancias sicoactivas. Gritos a favor, gritos en contra, como era de esperarse. Es cierto que cada quien es libre de hacer de su capa un sayo, que el último eslabón de la cadena es el consumidor, que hay doble moral, que no se penaliza el consumo de otras sustancias dañinas como el tabaco y el alcohol, etc. También es cierto que un problema con tantas implicaciones no se puede reducir a un sí o a un no, y mucho menos si están de por medio los niños, que según estudios, están llegando al consumo entre los 11 y los 12 años.
Entre tanto ruido, un trino me llegó al corazón como una puñalada: “Somos una sociedad pacata que quiere a sus mujeres criando hijos, siendo ejemplos de decoro, buenas maneras y obediencia”. Sandra Borda.
¿Y qué con esto? ¿Acaso el decoro, las buenas maneras y la obediencia, representan una amenaza contra el proyecto de vida de alguien? ¿Una zancadilla? ¿Un lazo que impide el movimiento? ¿Unas tijeras para cortar las alas? ¡Estos autodenominados “progres” ya no saben de qué manera poner el mundo patas arriba!
Sé que mi discurso es recurrente, puede que hasta sea vano, pero no puedo pasar por alto dos cosas. La primera, que quienes defendemos los principios y valores seamos calificados de anticuados, pacatos, puritanos, atrasados y moralistas, y que ir contra la norma se aplauda como si fuera la conquista de la Luna.
Y la segunda, que la construcción de una familia no recae necesariamente en la responsabilidad de una mujer, aunque la nuestra sigue siendo una sociedad machista, pero a la vez muy matriarcal. ¿No es posible pensar que en algunos casos dedicarse al hogar también puede obedecer a un deseo de la mujer y no a una imposición social? Y no, no estoy en contra de las que deciden otra cosa, en absoluto, pero que tampoco nos satanicen a quienes nos quedamos en la casa por amor, por gusto, por necesidad o por lo que sea, y nos dejamos llevar por lo socialmente correcto. Somos pacatas, tenemos tiempo de llevar a nuestros hijos a un parque al atardecer, que por lo general está lleno de viciosos; de leerles un cuento al anochecer, de ayudarles a encontrar respuestas, de verlos caer y levantarse de nuevo. ¿Qué tan malo puede ser este patrón de crianza frente a la irresponsabilidad de tener hijos para dejarlos a la deriva?
Colombia, al pasar de ser un país productor a ser productor y consumidor de droga, corre el riesgo de que esta y quién sabe cuántas generaciones más caigan en la catástrofe de la drogadicción, porque no todos se quedan en un porrito inofensivo y ya... Y posiblemente ser mujeres pacatas no exima a algunos niños de ser sacoleros, marihuaneros, peperos, bazuqueros o alcohólicos, ya sean recreativos o adictos de tiempo completo, pero por lo menos intentamos que sean personas felices, sanas, libres, autónomas, centradas y que puedan sumar más que restar en una sociedad que a todas luces está en crisis.
Que los mayores hagan lo que les dé la gana, pero que alguien me explique por qué y de cuándo acá pretender generar un entorno protector para los pequeños es una idea del medioevo. ¡Pero ya!.