Columnistas

Naranjas sin jugo de naranja

20 de enero de 2016

Las naranjas de ahora vienen sin jugo. El vaso mañanero que antes se llenaba con dos pequeños soles amarillos, ahora requiere tres o más. El sol está deshidratando frutas y verduras. Los tomates cuestan casi el doble del año pasado. Todo está seco. El cielo es bóveda completamente azul al cabo de la cual dispara rayos ultravioleta un astro difícil. Caminar por las calles capitalinas es estar en vacaciones de tierra caliente sobre el mismo cemento que durante todo el año entumece.

Lo grave es que en el altiplano no hay piscinas ni aire acondicionado. Tampoco las muchachas suelen andar en sandalias ni con atavíos vaporosos. Es un falso asueto, rodeado de prados mustios y perros acezantes.

A la estación veraniega de comienzo de año se suman el fenómeno de El Niño y las prédicas incesantes de los ambientalistas sobre el cambio climático. Este conjunto establece una trama y urdimbre espesa, muy parecida al miedo frente a lo irreparable.

Piensa uno en piezas postapocalípticas, como la cinta “Melancolía”, de Lars von Trier, y las novelas “La carretera”, de Cormac McCarthy, y “El ensayo sobre la ceguera”, de Saramago. Las dos primeras narran catástrofes orbitales con desconocida conjugación de causas drásticas. La Ceguera es una metáfora sobre el avance del desastre.

Pero salir a la calle y afrontar la picazón en los ojos, la sopa del aire que se aspira, el temor de no llegar a la esquina, es hacer íntimo el temblor ante el enorme fracaso sin remedio.

El rodaje de la imaginación aguarda que en cualquier momento comiencen a desplomarse los pájaros, desmadejarse las ancianas, troncharse los árboles. Cada sorbo de saliva es milagro; cada gota de sudor, desperdicio. Los embalses continúan llenando de líquido los grifos urbanos, pero la conciencia sabe que esta agua es artificial y pasajera. Que llegará la mañana en que haya que recurrir a la totuma. El hilo de la vida se muestra cada vez más como llama al viento.

Dos datos agregan pavor al espectáculo. En medio siglo no se recuerda otra sequía semejante. Y el caso colombiano no es excepción, el planeta desequilibró los flujos de modo que las lluvias de un hemisferio no ayudan al cuarteamiento del otro. Llegará el día en que las naranjas tendrán cáscara, pepas y bagazo. El jugo será asunto de memoria.