Navidad
Amable lector. Diciembre es un mes diferente. Amanece más tarde y el firmamento está lleno de miles de estrellas. Hay más luces, más colorido, más música y más bullicio. Los niños y jóvenes, lo disfrutan a su manera. Sin embargo, los mayores experimentan sentimientos opuestos de alegría y de tristeza.
Es la época propicia para evocar las navidades de antes: el pesebre, la pólvora, los globos, la natilla, el manjar blanco, los buñuelos y las hojuelas. También es cuando más se extrañan los abuelos, padres, hijos, hermanos y amigos. Muchos ya no están.
Unos años atrás no existía la televisión ni otros medios, lo único eran los libros y las fotos. El abuelo nos regaló unas laminas y nos explicó que eran unos gansos, por su tamaño y plumaje parecían más hermosos que las gallinas criollas.
Hace poco visité un lugar donde había gansos de verdad. Después de mirarlos largo rato pregunté por qué una pareja siempre estaba aparte. El dueño me contó que hace varios años le regalaron el macho grande con una hembra pequeña que tenía dificultad para caminar. Cuando llegaron, los demás trataron de agredirla, como sucede con los humanos que lastiman a los más débiles. El macho la defendió y desde entonces siempre está a su lado cuidándola.
Este diciembre en una capilla campestre los fieles no eran muchos. En la primera fila se distinguía con facilidad una pareja. Ella, en silla de ruedas, él de buena estatura, fuerte y de pie a su lado. En la homilía el sacerdote hablaba y repetía el evangelio del día, no era fácil comprender sus explicaciones.
Me distraje, de pronto advertí que él le acariciaba la cabeza, eran personas muy mayores. En silencio observé que todos los demás los contemplaban con respeto y admiración. Me conmoví y pensé que todavía hay seres humanos como la pareja de gansos.
Cuando alguien habla de la época donde se utilizaban las tablas de logaritmos, calculadoras mecánicas, regla de cálculo y el compas, más de uno en tono burlón se reira. Igual ocurre cuando se hace referencia a la honradez, la gratitud y la palabra. A pesar de estar en vía de extinción, en buena parte, por efecto del negocio de la coca, que corrompió hasta los altos jueces, por ser principios inmutables, siempre habrá unos pocos que los practiquen.
En Venezuela un pueblo rico, la inmensa mayoría tendrá una navidad triste. Igual que en muchos de los barrios marginales de nuestras ciudades. Es un milagro que no ocurran cosas peores sabiendo que hay más de 2.750.000 personas sin trabajo. En estas condiciones no es fácil ser bueno ni disfrutar de la navidad.
Bastaría que el nuevo Gobierno garantice que haya seguridad en lo físico y en lo jurídico, para motivar al sector privado a dar oportunidad de trabajo a miles de profesionales y personas de bien, que cada día sienten que la única tabla de salvación que les queda es Petro, el contador de billetes.