Negligencia médica
En el sistema de salud confluyen todos los actores contra el paciente.
Siguen muriendo personas a diario. Solo unos pocos casos alcanzan atención mediática. Los demás se van a la tumba en silencio, despachados, aunque suene crudo, por un sistema en el que el paciente tiene que demostrar contra viento y marea que está enfermo y que requiere atención pese a la oposición de las EPS, IPS y, ahora con cada vez más frecuencia, de los médicos.
No es fácil atender un paciente en 15 o 20 minutos, que es lo que dan ahora muchas IPS ‘racionalizando’ el recurso, (optimizando ganancias), pero no es excusa para desaprovechar esos minutos a pesar de los formulismos.
Hoy no es raro escuchar o comprobar en carne propia, que un médico ni mira al paciente, que en vez de 15 se gasta 5 minutos con él y se atreve a recetarle la pócima mágica: acetaminofén.
Sería facilismo acudir a la excusa de las presiones comunes y hasta crueles de las instituciones donde laboran, porque en el consultorio tienen una persona que espera el mejor trato y una posible solución a sus dolencias. Si no puede resolverlas debe ser claro y dejar constancia de las limitaciones, pero debe revisarla lo mejor posible.
Cada año se gradúan más de 4.500 médicos. Excelentes, buenos, regulares y malos. Y hay más de 32.000 especialistas en alrededor de 150 denominaciones, en la misma clasificación: excelentes, buenos, regulares y malos.
Algo no funciona bien. Y cabe la posibilidad de que el sistema haya hecho metástasis en los médicos, cercenándoles su sentido humano, pero ¿por qué no en todos?
Las Facultades y Academias de Medicina deberían actuar. Más que sacar médicos cada semestre, tienen que pensar en reforzar el sentido de responsabilidad y el respeto por el paciente. Y ser más estrictos en la formación médica, así sea cierto que cada quien se hace.
Todo el sistema atenta contra el paciente y muchos médicos se lo han tomado al pie de la letra. En vez de procurar la salud del enfermo, se limitan a cumplir formalismos y llenar espacios como si fuera su principal deber.
Aterra saber que una joven murió en Urabá porque no le ordenaron un examen sencillo o un niño en Buenaventura, otro en Sonsón, uno más en Cereté por aparente negligencia médica. Y así a diario.
No solo el sistema hace agua. Los médicos también.
Epitafio: les dije que estaba enfermo.