NO A LA JUSTICIA MEDIÁTICA
Esta semana renunciaron a sus cargos varias figuras de la vida nacional: el Director General de la Policía, Rodolfo Palomino López, el Viceministro del Interior Carlos Ferro Solanilla y la Directora de la FM Vicky Dávila.
Varios fenómenos explican las deserciones: En el caso de los dos últimos, la irresponsable difusión por la periodista —sin olvidar sus cotidianas denuncias— de un video-celada que compromete al funcionario en actividades sexuales privadas. Y, en tratándose del General (que afronta unas once investigaciones distintas) las acusaciones por enriquecimiento ilícito, presiones a sus subordinados para atender requerimientos sexuales, corrupción, e, incluso, sus no comprobados nexos con la posible red de prostitución homosexual al interior de la Escuela de Policía General Santander, que desde hace por lo menos quince años prestaba (con cadetes de la misma) servicios a congresistas, empresarios y hasta a integrantes de grupos criminales, conocida como la “Comunidad del Anillo”.
Esa organización, se sospecha, podría ser la responsable de la muerte de la joven cadete Lina Maritza Zapata, encontrada sin vida el 25 de enero del año 2006 pocas horas antes de su grado como alférez, como lo sugiere el profesional del Derecho Jesús Vergara en representación de la familia de la víctima, quien de forma razonable duda que se haya tratado de un suicidio porque la escena de los hechos fue alterada (El Espectador, 03/08/2014). El asunto ha sido puesto en conocimiento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por el abogado quien, asegura, dice haber sido objeto de amenazas.
También los periodistas que han informado sobre estos asuntos y hablan del aparente desgreño al interior de la Policía (de la cual muchos servidores han sido retirados durante los últimos años por actuaciones muy graves, en especial groseras violaciones a los derechos humanos, tráfico ilegal de drogas y corrupción), dicen ser víctimas de seguimientos, amenazas e interceptaciones ilegales (incluida la señora Dávila).
El escándalo es tan embarazoso que los paquidérmicos organismos de control anuncian sus actuaciones (Procuraduría y Fiscalía) y, el propio presidente, quien ya no podía tapar más el sol con las manos, desde diciembre comunicó la inusual designación de una “Comisión de alto nivel” para investigar el asunto. No obstante, el Señor Ministro de Defensa al aceptar la renuncia a Palomino dijo que la recibía “con gran tristeza personal” e “institucional” porque se trataba de un servidor que se retiraba “después de más de tres décadas y media de servicios ejemplares a Colombia” (El colombiano.com, 17-02-2015).
En medio de este oscuro panorama que bastante desdice de las instituciones y, en especial, de la Policía (donde también laboran muchos hombres honestos que cumplen con su deber), algo debe quedar muy claro: las infracciones a la ley penal avizoradas tienen que investigarse con toda la seriedad para que brille la verdad y el peso de la ley —siempre con observancia del debido proceso y, en especial, de la presunción de inocencia—recaiga sobre los responsables.
Los encargados de hacerlo, recuérdese, son los fiscales y los jueces competentes, quienes en este momento histórico tendrán que demostrar agilidad y presteza o, sencillamente, también deberán declinar sus nombramientos si es que no están en capacidad de hacerlo.
Por ello, no nos podemos abandonar en manos de una justicia mediática porque los comunicadores sociales no son los llamados a endilgar juicios de naturaleza penal o disciplinaria a los ciudadanos; y, tampoco, como en este caso, pueden burdamente encausar en público a las personas por su diversidad sexual o apetencias de ese orden que nunca pueden ser delictivas. Es imperioso, entonces, respetar la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad.
Así las cosas, en el seno de un estado laico, liberal, el Derecho no puede ser confundido con la Moral; ese distingo es uno de los patrimonios de nuestra cultura que se debe cuidar a toda costa, por más que algunos clamen por la dictadura de los medios de comunicación.