No bastas, Medellín
“Esta cosa extraña de cargar a las montañas en el maletín/ este amor sencillo que me cabe en el bolsillo de cualquier bluyín/ este largo cuento cuyo pálido argumento son las flores de Caín/ sepa Dalai-Lama que se llama Medellín”. (Medellín, Pala).
Si algo nos cuesta a los habitantes de este valle es descifrar el amor que le profesamos y que raya con la locura: ¿cómo amar aquello que nos atraca, cohíbe, prohíbe, mata, subyuga con rezos, arranca libertades a través del miedo, y deshonra el legado de los abuelos? ¿Cómo no amar aquello que nos abraza al pasado, recibe el amanecer entre la imponencia de la cordillera, nos abruma con su capacidad de restaurarse a pesar de los golpes... y nos duele en las entrañas cuando estamos lejos?
¿Cómo permanecer sobrio cuando a diario bebemos de este coctel conservador-innovador?
Tal vez, nos cuesta asumir nuestra historia porque Medellín –la ciudad más victimizada del país– carece de un relato sistemático que le permita a la sociedad comprender la relación entre sus violencias, las dinámicas del conflicto armado, y sus particularidades locales.
En entornos urbanos y académicos, se ha presentado el informe ‘Medellín: memorias de una guerra urbana’ (‘Medellín ¡Basta ya!’), una urdimbre de narraciones que configuran un relato sobre las violencias que ha padecido la capital antioqueña en los últimos 34 años, dentro del marco más amplio de un conflicto armado de medio siglo.
Cinco son los ejes fundamentales que articulan la polifonía del ‘Medellín ¡Basta ya!’: 1) Medellín: desorden, tragedia e institucionalización; 2) trayectoria de los actores del conflicto armado (guerrilla, cartel de Medellín, paramilitares, milicias); 3) modalidades y repertorios de violencias; 4) una ciudad herida: daños, pérdidas y transformaciones; y 5) memorias de resistencia y sobrevivencia.
Los testimonios invitan al lector a preguntarse por cicatrices de ciudad como la Operación Orión, por el perenne estigma que pesa sobre los jóvenes pobres que viven en las laderas, por el cruce de violencias que nos agobia (conflicto armado, narcotráfico, crimen organizado...), por las violencias que se esconden y los aprendizajes de la guerra. Por el subregistro: la brecha entre lo ocurrido y lo conocido.
Aunque en esta investigación las voces de los pobladores de Medellín –y, en especial, de las víctimas– ocupan un lugar central, es preciso aclarar que no pretende ser un ejercicio de comisión de la verdad para establecer responsabilidades jurídicas, sino que busca aportar al esclarecimiento de las dinámicas asociadas a los hechos relatados.
(‘Medellín ¿Basta ya!’ articula a la Alcaldía, la Corporación Región, el Museo Casa de la Memoria de Medellín, el Ministerio del Interior, las universidades Eafit y de Antioquia, oenegés y varias asociaciones de víctimas).
No basta la Medellín que aparece a diario frente a nuestros ojos ni la que narran los medios de comunicación: ‘Medellín: memorias de una guerra urbana’ es un texto para consulta de investigadores sociales y funcionarios públicos, pero también para quienes quieren conocer en profundidad el objeto de su amor. El ‘¡Basta ya!’ es un espejo: en algún ángulo, por oculto que parezca, está cada habitante de la ciudad.