Columnistas

No todo lo que brilla es oro

21 de abril de 2018

Amable lector. Cuando se habla de piedras preciosas el diamante es la reina de las joyas. Proviene de carbonos cristalizados de gran brillo y dureza. Existen otras como las esmeraldas que dejan entrever pequeños claros que se llaman jardines; a los expertos les permite saber si son de buena cuna. Un collar de perlas de color blanco, o de lustre amarillo o rosado, según la forma y tamaño, es de gran valor. Un topacio amarillo atrae la mirada por su viveza.

El problema de las joyas es que hay imitaciones casi perfectas, que para el común de la gente no es fácil reconocer si son genuinas o bisutería. Sin embargo, un buen joyero no solo las distingue sino que sabe apreciar cuáles son las de mayor calidad.

En los humanos también hay joyas, aunque son muy escasas. En cambio, abundan los plagios que cautivan, unas por la elocuencia, otras por la nobleza de cuna, incluyendo las de origen político y otras por la simpatía, que a veces acaba en picardía. A diferencia de las joyas preciosas, las humanas, mientras más finas, menos brillan.

Desde la Revolución Francesa (1795) se proclamó la igualdad de los seres humanos. También se dijo que la ley es la misma para proteger y castigar, sin hacer distinción por el nacimiento ni la herencia. En las constituciones de la mayoría de los países se dice algo similar. Sin embargo, en la vida real las cosas son muy diferentes.

Hace unos pocos días, un criminal, alias Guacho secuestró y asesinó a dos periodistas y su conductor de nacionalidad ecuatoriana. Ese pueblo salió a las calles para llorar a sus muertos y mostrar la indignación por tanta crueldad. Cuando se tuvo la confirmación de este crimen, el ministro de Defensa de Colombia, los altos mandos militares y la señora canciller viajaron al país hermano para expresar no solo el sentimiento de pesar, sino darles la seguridad que Guacho caería vivo o muerto.

Pocos días antes de la muerte de los periodistas, en Urabá fueron masacrados ocho policías y en Barranquilla diez más, lo anterior sin mencionar los muertos de Tumaco y Santander. Por fortuna, todos ellos, según nuestro presidente son héroes, no importa que nadie se acuerde de sus nombres y mucho menos de sus seres queridos.

Mientras cae Guacho, que solo es una hormiga en un nido de arrieras, la DEA seguirá buscando la cola de la culebra acá, a sabiendas que la cabeza está allá. Es muy triste lo que ocurrió en la frontera del país hermano, pero más triste es ver el contraste entre la solidaridad de nuestro gobierno con los de afuera y el olvido con los propios.

A pesar de que nuestra Constitución Política dice que todas las personas nacen libres e iguales y recibirán la misma protección y trato de las autoridades, la realidad es muy diferente y si no pregúntenle a la canciller Holguín.